miércoles, 30 de septiembre de 2009

Alicia





Erudita Innombrada

Iletrada





Marcarme con el hierro de la negativa.
Hacerme sangrar palabras.

Espiritualidad






Decir que el lenguaje no alcanza.
Las palabras son trampas
de sí mismas.

Metatexto





Escribir para suturar
la herida.

Por favor,












¡ Hazlo !










Fotograma






.


Ante la pregunta de por qué no ha habido mujeres filósofas puede responderse entonces que no han hecho filosofía desde el espacio delimitado por la filosofía clásica sino desde otras zonas, y si se lee o se escucha su discurso como discurso filosófico, puede operarse una transformación de la reflexión. Lo mismo ocurre con la práctica científica y política (...) Ahora se entiende que estos géneros menores (cartas, autobiografías, diarios), escrituras límite entre lo literario y lo no literario, llamados también géneros de la realidad, sean un campo preferido de la literatura femenina.


Josefina Ludmer. Las tretas del débil.

Crucigrama


No toda mi agua
es anfibia.

Pianola


Lo mío no es amor
sino literatura.

Her Morning Elegance

*


22º a la sombra.

Escribo una reseña.

Miro mi ventana.

Me mira un gato.

Es hembra.

Se llama Alicia.






___________________________________________________
*Fragmentos de la vida real

martes, 29 de septiembre de 2009


Se sabe que en la distribución histórica de afectos, funciones y facultades (transformada en mitología, fijada en la lengua) tocó a la mujer dolor y pasión contra razón, concreto contra abstracto, adentro contra mundo, reproducción contra producción; leer estos atributos en el lenguaje y la literatura de mujeres es meramente leer lo que primero fue y sigue siendo inscripto en un espacio social. Una posibilidad de romper el círculo que confirma la diferencia en lo socialmente diferenciado es postular una inversión: leer en el discurso femenino el pensamiento abstracto, la ciencia y la política, tal como se filtran en los resquicios de lo conocido.


Josefina Ludmer. Las Tretas del débil.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Lo que la Cami nos cantó esa tarde:





Y hacer de cuenta
que lo peor ha pasado,
y tenemos que aliviarnos
el alma y los sueños.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Carita de Colibrí:


Yo no sé si buscarte incansablemente
por estas calles llovidas
obedece a una certidumbre consciente
de que jamás volveré a verte sino en sueños
porque en mis sueños verdaderamente vienes
y yo te acaricio el pelaje
diciéndome dormida que despierte
porque has vuelto con tu cuerpecito tibio
y tus ansias de leche y unos cuantos cubitos de azúcar.

Entonces, lloro
no sé si en el sueño o bajo la almohada
y mis lágrimas te mojan la lengua
tal como te humedecí
esa última tarde tendidas sobre el sofá.
(Yo no sé si recuerdas
que no fue mía la idea de sepultarte
sino de mi madre,
que me rogaba
que te dejase ir
mientras me aferraba a la tierra
como una loba que sangra
después de parir a sus cachorros)

Ahora pienso en tentarte
con alas de golondrinas
pero luego comprendo
que tu lenguaje no es de acá.
Por eso procuro
inventar un habla
maravillosamente inútil e ingenua.

(Recorto pedacitos de peces
y voy cosiéndolos
en el borde de nuestros labios)

Roscala:


Aún muerta
siento tu aroma
a perrito nuevo
que sueña con la vida
sin saber que la vida
es un ojo inscrito
en una medalla,
un círculo cosido
como un espejo
frente a tu corazón.

..




Colorear
estos naipes
inconclusos.

Pensar
en la reina
el caballo
o el alfil.

.




Disponer de la naturaleza
en el momento
en que vamos a despertarla
para (des)vestirnos
con su cáscara.

Yámana


La herida
no es esta abertura
sino la falange
que despierta
la casualidad
de su hermosura.

Fragmento citado


-Convertirse en (re)presa
de un elemento
(in)animado-

A


Mi cuerpo te celebra
esa ausencia
de relámpago
torcido.

Sístole


Me dice
que todos sus hijos nacieron de pie
y que se encargó personalmente
de cortarles el cordón
para que -una vez afuera-
no dependieran de ella
ni siquiera para devolverle
las estrías
de su matriz.

La Mística


(Porque acá
he encontrado
más amor
que palabras)

martes, 22 de septiembre de 2009

Lorenza, pequeña de todos los días





Tarjeta Postal


Me decías que no me enamorara de tu hermana menor,
aquella que aún temía a los duendes
que salen de los rincones a robar nueces
Y yo te contestaba
que en el cielo podía leer tu nombre
escrito por los pájaros
y que las nubes flotaban como los gansos
en el patio dominical de tu casa
que me hablaba con su lenguaje de gorriones.

Este domingo me veo de nuevo en el salón
mirando revistas viejas y daguerrotipos
mientras tú tocas valses en la pianola.

Alguien me ha dicho en secreto que la primavera vuelve
La primavera vuelve pero tú no vuelves.
Tu hermana ya no cree en los duendes.
Tú no sabrías escribir mi nombre
en los vidrios cubiertos de escarcha,
y yo sólo puedo contar mis recuerdos
como un mendigo sus monedas en el frío del otoño.


(Jorge Teillier)

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Albacea


Querer quedarse queriendo irse
Alejandra Pizarnik

Enamorarse cada vez
de un imposible
sin saber
si lo que enloquece
es la ausencia
o la escasa probabilidad
de concreción.

Antología

Hacer de la vida
un recoveco navegable
aún cuando hayamos
perdido la brújula.

Giranube

Si me preguntas cuáles eran los colores de esa ciudad, te diría sin titubear que sus amalgamas bordeaban el azulino, como una bóveda que se abría para bautizarnos.


Un secreto

Contar y contener una diadema entre las manos.

Fatamorgana


1.

Estoy viviendo en un lugar
donde los perros abren las puertas.

A media mañana,
halos fantasmales se sientan sobre mi cama
pareciendo accidental el roce de los cuerpos.

En mi habitación,
el sol enceguece las palabras
y ya no encuentro adjetivos
ni siquiera
para una hoja de croquis.

Aquí el frío es atroz.
Me acuesto con una chaqueta de fieltro
y a medianoche despierto tiritando
(Entonces los fantasmas me calman)

En mi pieza
hay una ventana hexagonal.
En la noche acoge siluetas de gatos
que dejan de ser vagabundos para reconocerte.

Dentro de la casa
los fantasmas sueltan sus animales
y nosotras no comprendemos
si los felinos cachorros que vemos
son pura invención
o invitados especiales.
A veces anidan bajo la escalera
o se entregan a un maullido
sobre el sofá.

2.

Estoy viviendo en un nuevo Macondo
donde nadie fabrica pecesitos de aluminio

Acá traje mi cuerpo y lo que sobraba
para ver si en realidad
encontraba las piezas faltantes.

Toda vida supone una pequeña muerte.

Los fantasmas dicen uhhhhhh
y retornan a su río de lágrimas.

Continuidad


No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen, sombras con máscaras. Cúrame del vacío -dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que no había cuando me encontré diciendo: soy yo). Cúrame -dije.


Alejandra Pizarnik

Relativismo personal


- Tú sabes que a veces, cuando te duchabas con el agua relativamente helada, me gustaba ver cómo te vestías, y viceversa.

Misoginia


Y que continúes
preguntando en silencio
si de verdad
me gustaban
las niñas.

Morfología bucal


Sumergirme entera en ti
y que tu agua salada
me arrugue la piel

Osteichtyes


Aunque ya no sangran
todavía tengo
las alas rotas.


(A Alejandra Pizarnik)

lunes, 14 de septiembre de 2009

Arboretum




Canibalismo


Toda la mañana
la vida ha sido
tejer costras
mover hilos que reblandecen
la cáscara la herida el placer
un silencio parecido al tacto
porque las siluetas no comprenden adjetivaciones


Una sombra es sombra
y ya paréntesis de sí misma
adosada mutilada simbiótica
en la ribera de sus fuegos el roce
la similar presencia anecdotaria
una revelación implícita en el quejido la maraña la iniciación


Todos estaban despiertos
zigzagueando el rocío bajo sus pestañas
porque el agua es interior al fuego
anterior a toda palabra carente de núcleo rugoso
Si me invitan a bailar yo pienso en sombras
reverdecidas, volátiles, asexuadas
Ellas se mueven y colorean los tejidos


Un abismo es un imán inacabado

(Las aves padecen vértigos absurdos)


Ellos invitan a beber
pedazos que revolotean sobre las mesas
tragan engullen mastican
mezclan con saliva los granos
fermenta el jugo la pulpa el té
y todo es paráfrasis de un gesto incendiario.

Biósfera


¿Y qué más da
si (te) pido
un gato blanco
y una pareja de sapos
que se acaricien
resbalosos
bajo un carrusel?

domingo, 13 de septiembre de 2009

Escuchar el latido que el ansia provoca





Todo texto se construye como un mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto.


Julia Kristeva

Palabra espinal


El gato en el muro maullará siempre y cuando el hocico y el trazo sean lo suficientemente generosos, no sólo en extensión, sino también en diámetro.
No es lo mismo dibujar un felino en el borde de la escalera, que bajo la cama.
El primero sube y baja sigilosamente para apoderarse del filo de la noche, que antes de cualquier imprevisto apuñala nuestra alucinación.
El segundo se esconde de las muñecas que arman fiesta apenas los niños comienzan a dormir.
Cuando ambos gatos se encuentran, encorvan sus lomos en forma de S y C; y antes de engrifarse, comulgan con la escarcha de sus pliegues. (Han estado dormidos sobre la nieve)Distinguir al gato macho/gato hembra. Dejar que sucedan entre las variaciones de la casa.
Inventar la sordera con que la alquimia los convoca.
Todo está muerto de noche, salvo las palabras que escriben con sus vértebras.
Los felinos giran, ruedan, se amalgaman.
Esconden tildes, dibujan locomotoras.
Cada gato se multiplica en apariencia (sombra china; casualidad de hielo)
El primero recorre una mañana de fibras.
El segundo regresa a su lugar (los niños despiertan)
No es lo mismo dibujar un felino en el borde de la escalera, que bajo la cama.

Vademécum*


Me dice
que a su vez
el médico le ha dicho
que gente como yo
amenaza la sanidad mental
y que en sus barrios
el suicidio
es una derrota
tibiamente exhibida por nosotros,
que patéticamente
le debemos al Estado
una excusa
en favor
de nuestro mantenimiento.
___________________________________________________
* del lat. vade, ve, y mecum, conmigo.

La vida como hebra silenciada






Delirar después del sueño


Se reescribe con un trozo de desconocimiento, dependiendo del complejo del tiempo y del resto de lecturas que hayan subvertido a la pupila. Porque el ojo reverdece el influjo de aquellas voces quebradas o enteras advenidas con la segunda aproximación, incertera como las narraciones siguientes; todas animadas por un afán escurridizo de hacerse fluídas y filudas al tacto. Porque sin querer las letras se desparraman encima de los cuerpos, y cada vez tildan estrofas de pliegues inexplorados.

1.


Oh, Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos fríos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el cielo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allí lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkyria.

Humus


Éramos casuales; habituados a la trashumancia. Estábamos cegados por el ansia del vértigo. La marca del fuego en la urbe. La enfermedad escrita desde el consumo de la flama. Repetíamos un bosque, una llave, la primera hoja en blanco desperdiciada por azar. Y recordábamos paraguas. Solíamos llover sobre los ojales cerrados.
Espacio había para un botón de dos agujeros. La clave consistía en desenredarnos.
Todos clamando las virtudes cíclicas. Mareados hasta la médula por una sustancia enorme. A mí me pedían clarificar hasta qué punto trascendía el hacernos adictos a la oscuridad. Por mí respondían voces. Sus argumentos resonaban como bestias noctámbulas. Y luego los otros. Yendo y viniendo por los parajes despoblados. Nosotros éramos los únicos habitantes y cada cierto tiempo regresábamos para saludarlos. Eso mantenía nuestra historia. El acto de reflejarnos sobre espejos de agua. Porque el pelo y la caminata ardían bajo este lenguaje inapropiado para los juegos. La encrucijada de regresos nos emocionaba. Gritábamos con la culpa de sentirnos ajenos. Nuestro hábitat consideraba la ejecución de los verbos palpables. El resto confabulaba contra el roce el cansancio el atisbo de miedo enclavado en otras partes. Y cuando decidíamos que todo estaba bien, olvidábamos la noche el fuego el pelaje y corríamos para extrañarnos en nuevos dobleces de algún otro ojal.


Nuestro símbolo patrio


Una persona como yo de la noche a la mañana debería amanecer muerta, porque es tanto el animal teñido de biográfico, que el desprendimiento sanguíneo impera.
Yo no estoy para triunfos ni buenas personas sino para chicos perversos que quieran y odien y se larguen a la salida del cine; locos de miedo repitiendo que esa costra que les supura bajo el cráneo no es más que un tilde en el inicio de sus aberturas.
La patria jamás ha formado parte de mis bordes, pero quiero bailarla con esta costura de hilo bordado.
En el escudo hay un par de animales extintos y la tríada de los colores típicos con sus jaurías humanas en apogeo. (Yo no sé hasta qué punto brotan cristales desde el centro, pero coincido en dejar al cuerpo doblado como una bandera sobre el ataúd de unos cuantos héroes menores, cuyos nombres jamás aparecerán en los libros, porque la historia está escrita para gente bonita que confía plenamente en la verosimilitud de los acontecimientos)
Si te digo que quiero bailar es para morderte un pedazo del lóbulo y luego enredarme en tu pubis de niño marchito. Así es como me gusta la gente a mí: con el fracaso medio colgando y una expresión de pérdida y rabia a ambos costados del ojo.
Porque los animales nos reconocemos por el olfato, y desde aquella primera vez nos usurpamos las utopías de la derrota.

domingo, 6 de septiembre de 2009



Jan me espera a la bajada del estrado.
Me necesita, no podrá castigarme.
Me desea, urdirá una sanación.
Aguarda parsimoniosamente a que los otros comediantes se retiren y quedamos frente a frente, su sol contra el mío. Me fija a los ojos, coge una de mis manos, se inclina y la besa sin abandonar mi mirada. Guarda distancias, guarda silencio. Soy Nesla y espero.



Guadalupe Santa Cruz.
Los Conversos.

Discontinuo

Olm: La morfología puesta al servicio de los cuerpos

Esta lluvia
(cristales de carnecitas abandonadas)
todo sitio
toda esfera particular

Granizo de cuerda vocálica
y tú
apretando mis paredes con tu espalda
heredero a horcajadas
las piernas

Mi lengua rosácea
te enreda
coralitos al cuello.

Dígamelo todo (En poco más le diré cómo me escribirá con confianza). Y cuando me conozca y el edificio dorado se derrumbe, sea honrado y dígamelo también.
Yo no le pediré sino eso: lealtad. Nada más. Yo lo sufriré todo: El no verlo, el no oírlo, el no poder decirle mío, porque mío no puede ser; todo, menos que juegue con este guiñapo de corazón que le he confiado con la buena fe de los niños.
Sane. No haga desarreglos; no se desabrigue; no ande demasiado; levántese tarde; no se exalte, coma abundantemente.
Espero con ansias su carta. ¡No sé de su corazón hace tanto tiempo! Como sus cartas me dicen poco de él, se me antoja extraño, lleno de otros sentires, consumido de otra fiebre, repleto de otras cosas. ¡Si yo pudiera creer un momento siquiera que al menos hoy es mío, bien mío! Si en este momento de ternura inmensa te tuviera a mi lado, en qué apretado nudo te estrecharía, Manuel!
Hay un cielo, un sol y un no sé qué en el aire para rodear sólo seres felices. ¿Por qué no podemos serlo? ¿Lo seremos un día?


Gabriela Mistral. Carta a Manuel Magallanes Moure



En el bolsillo tengo
un otoño cuajado






Beber a mascadas
un té de manzana con canela.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Balbucea

Los niños gritan escandalizados
delirio en la mixtura de sus cuerpos
tan famélicos nocturnos disociados
afilados como los hocicos de los perros.

Los niños vociferan
que desean ladrar
y caminar a horcajadas sobre el primer exilio.

Esta levedad
los hace vulnerables
ante los terrores nocturnos
y las madres les gritan que no,
que basta, que bueno
tirándoles el pelo
antes de jugar.

Apátrida


(Si tú me dices
que mis palabras
te dilatan los agujeros
no es que yo no entienda
sino que me duele la llaga
con que me abres
los sustantivos en las piernas
para retraer
tu sabrosa costumbre
de hacerme recordarte
como un anzuelo cuya carne
me hace víctima
de tu ausencia de Pez)

Margioella


Cada vez encinta. Toda probable modificación es el cuerpo enredado en pelos en patas en señuelos que la saliva muerde, porque la saliva será un animal sin domesticar que duele quema rasguña las excepciones los ritos la lengua.

La lengua habla.

La lengua es un habla ilimitada en su borde.

Yo hablo esta lengua que me dice que refriega su amuleto sobre la Patria donde vamos a parir cristales de silencios.

Lotman


Esa palabra al borde de los orificios. La faena posterior al llanto. Claves de espejos; sustancias improbables. La hora. La certeza de saberse animales vejados. Aquella tácita lumbre de sus entrañas.


(Imposible que la merma
les cubriera
los fragmentos calcinados)


(La fidelidad está vedada esta noche)


El texto Arcada, de Carolina Vega, examina las condiciones de una poética del subalterno, de aquellos que no caben dentro del relato establecido para la modernidad, y que, desplazados hacia la frontera y el límite de toda territorialidad, muestran sus cuerpos frágiles y “bastardos“; sucios, irreverentes y contaminados en la ciudad posmoderna, dominada por las exigencias del mercado comprador, ligado a una cultura blanca, que somete y controla los gestos de la épica o la canción sudaca.

El situarse como “ perra” o “perro “ define la forma de ese territorio que se instala desde la voz disidente de Carolina Vega: situarse desde la zona “inferior”, nombrase animal en un relato que delata una sexualidad que viene a ampliar los contornos de la precaria historia en un despliegue de metáforas que al decir de Homi Bhabha en su libro El lugar de la Cultura, tienen la capacidad de oponer un signo poético a la ferocidad de las hegemonías políticas y económicas de la cultura occidental.

Los “perros” que acezan, gimen, espían y se acoplan o muerden ferozmente tienen una data en la literatura chilena. Tal vez sería interesante conectarlos con Carlos Droguett y sus Patas de Perro, en que cita a Boy el niño proletario, animalizado y descartado por toda la civilidad política. Boy el niño paria, el exceso, el excedente: cuerpo de hombre, cara humana y patas de perro, alegoría del mestizaje, símbolo del mestizaje y de su violencia carnal y simbólica, de su relato más allá o antes de la letra culta y europea, en la antena misma del odio.

En el texto de la madre, la autora elige una figura que reformula una identidad chilena, incestuosa y local. La madre siempre más acá y más allá del cuerpo, rompiendo cualquier amenaza de unidad, se entrevée su fuerza productiva y avasallante, cordillera que estrella sus brechas en las islas jóvenes recordando una historia cerrada y montañosa.

Porque al madre se nutre de la hija y fiel a esa unión de dos bastardas, dos vasallas latinoamericanas, se arriman en el “reducto” de la “ playa”, no de la “ patria”, puesto que ésta última es un espectáculo inacabado y sumiso. Ese es el modo de habitar de Carolina Vega, su apertura como signo resistente y poéticamente transtextual, híbrido y plural, desafiando poéticas más conservadoras, que se revela y sigue las líneas barrocas, profusas, de una genitalidad desordenada y en verdad revolucionaria.


Eugenia Brito. 14 de agosto de 2009.