martes, 1 de mayo de 2012



Tengo sólo treinta años
y como gato he de morir
nueve veces. 

(Sylvia Plath)

lunes, 13 de febrero de 2012


Son mías.
Ella y sus pantuflas.

17 agosto 2011

Mi llanto desesperado por la calle de los bomberos. El agua traspasándome el impermeable. La señora que me ofreció un café. El peligro. La lluvia. El vapor. El sonido de los autos amortiguando mi sollozo. El recuerdo. La hendidura. La dualidad. Y finalmente esa corazonada que me llevó donde lo encontré. Mojado, sin collar y rodeado de perros negros que le gruñían. "¡Saturno!"... Sus ojitos de uva. El abrazo que le di y que nos dejó a ambos con aroma a perrito mojado.

domingo, 12 de febrero de 2012



(saturno juega a las escondidas con dios)

Saturno, como hijo único, juega solo sobre su colchoneta burdeo. A veces lanza quejidos. Otras, se retuerce sobre su espalda; rasca la esponja, intenta sacarse el collar y muestra sus colmillos blancos. Tiene las encías rosadas, el paladar blando y una lengua enorme que lame el pasto en busca de agua. A veces se queda quieto observando pequeños bichos que van y vienen desde su casa al plato, y en la quietud de la tarde se echa a dormir sobre las piedras que nos cubren el suelo. Saturno sueña. El sueño de los perros está permitido siempre y cuando sus amos se tranquilicen y puedan observar las distintas maneras en que los caninos se ovillan siempre a la espera de algo, como si el tiempo los fuera a vivir antes de realizarse y estuviera condenado a desaparecer entre las puntas de su pelaje.

Entonces tuve que inventarte un nombre porque el tuyo no te gustaba y llamarte así presa de la extranjería de tu carne el garbo de tus palabras el roce de las vocales decirte sí extrañarte en la mirada de la escritura sorberte en el manoseo de tus vocablos y cuando te tuve herida en mis fracturas te abandoné como quien abandona una hebra tejida por bautismos malditos precarios y extraños.

El caserío femenino guarda hilos de vocesroces que tejemos con la mirada, la espera, la historia materna fijada en el cérvix. Nacimos y vislumbramos una serie de acontecimientos que nos fijaron para siempre en la latencia de la otra. Así, no es de extrañar que cuando dos mujeres comparten el mismo espacio familiar, no sólo se transmiten palabras tejidos o pensamientos, sino que incluso menstrúan a la vez, como prueba de que la sangre les escribe la existencia.


Eva llora
por ser femenina.

Entonces crecí rodeada de perras que fueron acicalándose, persiguiéndose, acompañándose y repeliéndose. También las vi flirtear entre sí, burlando el liderazgo de mi abuela que fingía no darse cuenta. Jugué con ellas desafiando las palabras de mi madre, que antes de ir a trabajar me advertía que no ensuciara mi ropa. Porque para mí era un deleite rodar con esos pelajes blancos, escribir con tiza sobre sus muros, llamarlas, observar sus modos de establecerse y que me impregnaran ese olor característico que a mi mamá le molestaba tanto. Por eso las quise y las memoricé. Una vez adulta traduje sus nombres en el hilo de mis madrigueras.

Soñé que era otoño y caminábamos por una plaza de grafitis y de pájaros. Ella me decía que los graznidos eran llamados de tinta y que debíamos mantener el aleteo.

Cuando nos despedimos, un temblor secundó mi pupila. Dijo que tenía gustos de moda y rió al confesar que le gustaba "El otro yo". Entonces, la miré impávida y comencé a reír pensando que Los Sonetos de la Muerte eran parte de mi endometrio.

los pájaros al morir, ¿se caen o se suicidan?
y los árboles de los jardines de los manicomios, ¿están locos?
y esa gente que sale todas las noches en busca de algo-alguien, ¿encuentran algo? ...
y los árboles, al morir, ¿se caen o se suicidan?
y los pájaros de los jardines de los manicomios, ¿están locos?
... y esa gente que sale todas las noches en busca de algo-alguien, ¿encuentran algo? ...
y esa misma gente, al morir, ¿se caen o se suicidan?
y los árboles de los jardines de los manicomios, ¿están locos?
y esos pájaros que salen todas las noches en busca de algo-alguien, ¿encuentran algo? ...
y los pájaros, al morir, ¿se caen o se suicidan?
y esa gente que pasea por los jardines de los manicomios, ¿está reálmente loca? ....
y al llegar la noche, esos árboles de los jardines de los manicomios, ¿hacen sombra a esa gente que busca algo-alguien?
y éstos, buscando, ¿nunca se han encontrado algún pájaro caído, suicidado?"

(anari)

sábado, 11 de febrero de 2012


Casas sin niños a matrimonio solo. Casa en barrio residencial a persona sin hijos. Sin niños arriendo hermoso chalet. No se admiten pájaros. No se admiten niños. No se admiten perros. Sin perro, pero con patio. Amable, pero sin niños. Solo. Solo. Solo. A persona sola. A caballero solo. Sin hijos. Sin perro.

yo hablo todos los idiomas del mundo
aunque no sepa responder
aunque quiera preguntar y no me anime.

yo hablo todos los idiomas del mundo
porque tengo el tocar
porque insisto en oler
y así descubro las tonalidades
con que la hebra me acaricia.

yo hablo todos los idiomas del mundo
aunque nadie me crea
porque al tejer
escucho el susurro de todas las madejas
y eso me basta.

yo hablo todos los idiomas del mundo
porque dentro mío
yacen todas las mujeres
que hasta ahora me han habitado.

lunes, 16 de enero de 2012

Acá la única obligación que tiene mi nana es que al ingresar a las 8 y media de la mañana y al retirarse a las 6 de la tarde lo tiene que hacer en un furgón. ¿Te imaginái acá en el condominio todas las nanas caminando pa' afuera; todos los obreros caminando por la calle y tus hijos ahí, en bicicleta?

(Inés Pérez Concha; vecina de Chicureo)

La Leo me crió. Llegó donde mi abuela cuando yo tenía 15 días, y se fue a mis 12 años; tiempo suficiente para jugar, conversar, reír y darme la leche con cuchara todas las tardes bajo un ciruelo al fondo del patio. También íbamos a la feria, al pan, al lavadero; y mientras ella planchaba la ropa escuchábamos canciones que tarareábamos de memoria.

La Leo me crió. (Criar es querer, escuchar, abrazar, decir que la madre volverá, que no importa que la abuela sea mala, y que la madre la quiere, porque la niña se porta bien y es la princesa de la casa)

Mi reducto siempre fue la cocina. La Leo formaba parte de mis rincones. Latí con ella, aprendí a cocinar, a buscar figuras en el vapor de las ollas; a oler el pan fresco y amarrar las bolsas con una lana roja. Cada vez que nacía un perrito, ella hacía un gesto y partíamos a ver la camada. Entonces, preguntaba cuál me gustaba y me lo ponía sobre la falda. En ese comienzo de orfandad, el cachorro buscaba a tientas, con los ojitos cerrados, y aprendí que no hay aroma más bello que ése. La Leo también era huérfana. Sus manos marcaban los nuevos comienzos.

En el lado inverso estaba mi abuela, de quien ni siquiera la muerte y las palabras me liberaron. Hace un año, mi mamá me llamó para contarme y yo me perdí, preguntándome a quién le tendríamos miedo ahora.

La Leo me crió. Durante mucho tiempo mi vida giró en torno a ella y viceversa. Cada vez que cumplo años me llama por teléfono. Entonces habla nostálgica. Dice que estamos viejas, pero que yo siempre seré su niñita. Me repite en silencio que es estéril. Porque a sus hijos el cérvix se los llevó para adentro, como si no quisiera verlos sufrir.

Ahora que lo pienso, la Leo fue una especie de sobrevivencia. Y no morí, ni me intoxiqué, ni me traumatizó su origen humilde. Todas las fracturas de mi biografía vienen por ese núcleo aparentemente intachable que tenía dinero para pagar sus servicios y darle la ropa que dejaba de ponerse. Parafraseando a José Donoso, una comienza a ser quien realmente es cuando tiene el coraje de independizarse de su familia.

jueves, 5 de enero de 2012

Y así, en la dicha del vuelo
Pájaros negros destellan reflejos

Ardo en ti y me dejo ir

Me atrapa el cardo
de tu blasfemia.

. llorar que llueva .
(Tender la epidermis
en el anzuelo de tus pestañas)
Desear al deseo siempre.
Abrirle las compuertas.
Dejar que el deseo desee manifestarse.

En la piel tengo un deseo
en el daño tengo un deseo
en el apogeo tengo un deseo
que escapa de mí con sus hilachas salobres.

Entonces busco la herida que me yace
Lengüeteo lo que el deseo nombra en mí
como si en la nostalgia no hubiese adjetivos calificativos
y así sucesivamente
voy abriendo
lamiendo
dibujando lo que nunca fui
deseando este deseo que comenzaba a desearse
antes que nosotras amenazáramos con despedazarlo.

nieva en todos lados, excepto en el borde puntiagudo de mis (b)alas.
entonces compramos
mocasines pasados de moda
porque en la vidriera de la tienda
miramos nuestra orfandad
y nos burlamos de la peste
riendo con rabia.
(escribo para olvidar que mentí
cuando dije que las lenguas
eran náuseas rosadas)

domingo, 16 de octubre de 2011

y de mí quedó
una hebra
e s c a r m e n a d a .