(El cuerpo como exilio infinito)
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Mis escritos trataban sobre ti, lo único que hacía en ellos era llorar lo que no podía llorar en tu pecho. Era un adiós intencionadamente retardado, que, pese a haberlo forzado tú, se encaminaba en la dirección determinada por mí.
Kafka.
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