lunes, 5 de septiembre de 2011
si te gustó mucho estar arriba
o si te reflejaste por osmosis
en mi laberinto dérmico
Meciéndote para marearme
Acariciándome la náusea
La espera
El soporte de mis territorios
bajo tus pliegues.
Y así, mirándote,
me pregunté si te gustaba
o si cerrabas los ojos
simplemente para sonreír
y decirme que te encantaban
los silencios de mi lengua.
Entonces tuve
tus dientes anclados en mi metamorfosis
y pude seguirte la respiración
marcándote el ritmo
con mi mucosa y mi labia.
Memorándum
con los bracitos limítrofes del sol
Yo te cierro los párpados
jurando que tu cuerpo me juzga
y continuamos mirando
esta ansia
que todavía
nos padece.
.
guarda sales de mi quejido
(Urdo en tu diadema
el resquicio de mi soledad)
Viniste a verme en sueños
Yo temblaba
como las hojas donde te escribo
Mis pretensiones
son cuerpecitos en celo
Recuerdos de los que no vale la pena saber
porque para vivirte,
puse animales consagrados en mis bolsillos
y fueron mirándose entre sí
con el cabello furioso de adorarse.
domingo, 19 de junio de 2011
domingo, 29 de mayo de 2011
Hay que reír para espantar a los fantasmas*
Hay que reír y montarse
en el verde que les cubre
la bravura.
Hay que desarmarlos,
descuerarlos,
dejarlos con la evidencia colgando
y así, con la herida abierta,
exhibirlos en los mataderos.
En las carnicerías de mi barrio
vendieron cadáveres
que de silenciosos no tenían nada.
Mis muertos hablaron
con sus caras de fascinación.
Ellos me contaron del horror del hedor
de la cláusula en los orígenes de su silencio.
Entonces dijeron
la profundidad de sus agujeros.
Hay que reír para espantar a los fantasmas.
A mis muertos los conocí
riéndome de la hidalga cabalgadura
de los uniformes.
Ellos comenzaron a deambularme.
Habiéndolos autorizado mi padre,
nos tomaron a mi hermana
y a mí
y con nosotras hicieron
orgías sanguinolentas.
Hay que reír para espantar a los fantasmas.
Después de lengüetearnos la humedad
partieron a confabular simulacros entre sí.
Con sus ratas lascivas apuntaron a mi madre.
Teniéndola encima la partieron por la mitad
y pudimos verle las vísceras al paraíso.
Mi madre decía que ella.
Mi madre pedía que nuestras aberturas no.
Y sin embargo todos los días
venían y se masturbaban riendo.
Nosotras llorábamos.
A nosotras nos chorreaban con el sebo de su transpiración
Querían fertilizarnos con su quejido desenfrenado
pero nosotras vomitábamos a sus hijos
mientras nuestro padre les devoraba
las uñas a nuestros hermanos.
Hay que reír para espantar a los fantasmas.
De la tierra nos desprendieron para jadearnos.
De la tierra nos trajeron para que les cosiéramos heráldicas.
A cambio de eso les cercenamos los tejidos
y cocinamos en su honor
pedacitos de los fetos que abortamos para castrarlos.
Hay que reír para espantar a los fantasmas
y perderle el miedo a la muerte.
Hay que reír para espantar a los fantasmas.
Para eso estamos vivos, compañero.
________________________________________
*Cita extraída del film Mi vecino Totoro.
Fagocitosis
Los animales me invocan. Los animales me tientan con consumar el sangramiento de mi pelaje. Los animales me dibujan figuras con las garras. Entonces les muerdo las manos y comienzo a escribir con el cuerpo. El cuerpo es tu conquista. El cuerpo es la señalética que los animales persiguen. Por eso aún tibia les remuerdo la conciencia. Giro alrededor de sus laceraciones. Palabreo mientras jadean. Me incorporo en su anclaje. Ardo de verlos lascivos y mojados. Mi cuerpo los persigue los retuerce los mutila.
Tú invocas a los animales. Los llamas por su nombre. Un animal es un asesino selectivo. Un animal conoce la adrenalina la transpiración la saliva de sus víctimas. Por eso ataca por la espalda. Poe eso muerde y espera pacientemente el destilado de la carne. Al animal le gustan los hedores de la muerte. Busca incendios donde tejimos los cariños. Y nosotros. A nosotros no nos que da más que guardarnos o mutilarnos o fugarnos o amar con los dientes las pupilas la rabia la matriz.
Nosotros invocamos a los animales. Los animales buscan lamer el lagrimal. A los animales los define la escasez de lo salado. Los animales tajean la carne. Lamen la entrepierna. Bosquejan la abertura. Tiemblan manosean miran. (Pedacitos de coirón les fueron dados para amenazarnos).
Los animales arman alfabetos con jaurías. (Una jauría es un deseo trasquilado en la mitad). Los animales muestran las encías. Llevan en sus colmillos la fisura de la historia.
Una leva brillante nos condujo al paraíso.
jueves, 19 de mayo de 2011
El cuerpo como conciencia residual en "Tecnogénero", de Beatriz Preciado
El género del siglo XXI funciona como un dispositivo abstracto de subjetivación técnica: se pega, se corta, se desplaza, se cita, se imita, se traga, se inyecta, se injerta, se digitaliza, se copia, se diseña, se compra, se vende, se modifica, se hipoteca, se transfiere, se download, se aplica, se transcribe, se falsifica, se ejecuta, se certifica, se permuta, se dosifica, se suministra, se extrae, se contrae, se niega, se reniega, se traiciona, muta.
(Beatriz Preciado)
El ojo diseña un lenguaje que la pupila engañosa entrampa, inscribe, recorre, dotando de atributos ilusorios aquello a lo cual observa. Entonces, lo observado es un cuerpo, un molde, un sujeto - sujeto al poder, atado a la cláusula de la construcción biológica o tecnologizada mediante observaciones, operaciones, encuestas transcritas desde el laboratorio. Allí la carne es modelada hasta el ideal de perfección donde subyacen las miradas, los gritos, los susurros; lo moralmente aceptado dentro de una cuadrícula higienizada que manipula, evalúa, silencia y vierte el destino; lo esperable de acuerdo al movimiento, el pliegue, el paraje piloso del borde, el margen, la contaminación, la sangre, el desprendimiento, el endometrio. Una y otra vez los ojos –que norman, juzgan, advierten, prohíben- establecen los parámetros con que hombres y mujeres aparecen y desaparecen tras la cortina de su prohibición. El cáncer, la virginidad, la dieta, el sexo, el vómito, los cinturones, la fiebre, las plegarias, la peste, los tacos, la falda, la corbata, el pelo, la risa exagerada, la mirada microscópica, la conquista, la tejeduría, la urdimbre. Aracne, Filomela, Procne, Las Parcas, Odiseo, Eva.
El género se expande sobre un mesón para cortarlo, coserlo y medirlo de acuerdo a los atributos del cuerpo / objeto al que (se) vestirá. Su diseñador se pregunta cuáles órganos dejará al descubierto; qué tipo de doblez le viene al busto, cuál color combina con la piel; porque no es lo mismo una vieja negra que una blanca joven, y así sucesivamente. Vestir para (de)velar lo que la biología ha trazado. Cubrir para ensalzar la diferencia. Desnudar el cuerpo bajo la incisión. Las definiciones son trazadas en oposición a una alteridad marginadora. Soy yo porque no soy tú, porque me diferencio, me separo, me cubro con un género sin la necesidad innata de internalizarlo ni sentirlo ni escucharlo latir en sus puntadas. Me fue entregado. Lo miro, me lo muestran los medios de comunicación, me lo enseñan en casa, lo aprendo con mis amigas y ya está. En los mitos, en las historias, en los secretos, en las miradas, en mis uñas, mis orificios, mis secuelas. Lo he visto en películas, en libros, en series de TV. Para evitar el advenimiento de la barbarie comenzamos con el corte civilizado; el suministro de píldoras, el maquillaje. Para no mostrar. Para no tentar. Para no preñarme y reproducir de nuevo la noción sobre el pecado. Porque Pandora. Porque la Irene de Cortázar. Porque la deformación de los Buendía y su descendencia colicerda.
Sin embargo el laboratorio. No obstante el corte. Esta nueva catedral asume su misión con inyecciones a la vena e intervenciones quirúrgicas. Que no se note pobreza. Que no nos aceche la vejez. Que no quepan dudas sobre la administración de la fuerza. Que el discurso hegemónico resuene como decisión voluntaria. Para no generar dudas. Para perpetuar el movimiento de la reproducción y así quedar estampados en el sesgo, el modelo, la ilusión. Como fundamento. Como placebo. Como marca.
viernes, 15 de abril de 2011
1
Porque nunca te creí
Porque crecimos en lugares distintos
Porque usamos sábanas manchadas
en la comodidad de tu caparazón
habitada por fantasmas
Entonces me dijiste que el cuerpo
era una prolongación de tu añoranza
y yo te respondí que de todos modos
podría permanecer en él
pero no pude
Porque el frío
Porque la semejanza
Porque la sed
Tú me la arrebataste desde que dibujamos con saliva
hilitos caracolados en las vértebras del clandestinaje.
Ya sé que nuestras madres nos contagiaron la soledad
y que tus cruces son muchas más
que aquellas que la piel te rebana
Porque todos hablan de ti
Porque nunca defendiste mi reino improvisado
Porque la orfandad te duele hasta la médula de los huesos
como si yo tuviera la culpa
de pintarte violeta
el inicio de los agujeros.
Yo en el principio te lamí
los albores de un deseo corruptible
Tu boca
Tus manos
El comienzo de tu vello púbico
ése que rasuramos aquella tarde de abril
como si el filo de la tijera
nos cerrara los círculos
Porque las hembras tejen
Porque las hembras bordan
Porque las hembras se inventan excusas
para generar su corriente de hebra
Entonces inscribí tu nombre en las puntas del clímax
Las letras violaron el rito de la sal
y yo añoré,
perdí el tiempo
inventé nuevos nombres
para que no me confundieras
Porque me dolía saber
Porque me dolía pensar
Porque me dolía que me doliera
tu cuerpo soñado en las manos de otra
Sin embargo encima tuyo
tenté a la palabrería y seguí.
Por eso cuando miré
tu sangre roja
abrí las piernas
para menstruarte y decir
que me sangrabas para siempre
fisurándome las entrañas.
sábado, 9 de abril de 2011
Rododendro
Mi abuela cultivaba las plantas más bellas y coloridas que he visto, como si las texturas pudieran contraponerse a la dureza de sus facciones.
Día a día recorríamos su jardín. El rictus facial indicaba un mutismo obligado, cegado por la luz del sol o por el viento de la tarde.
Mi abuela jamás se dobló para acariciarme; nunca descendió a mi sillita de totora, ni me miró con ojos amancebados.
Quizás por eso yo esperaba la llegada de mi madre, el olor de mi madre, la voz de mi madre, las caminatas en silencio y mi cara de pena, porque cuando ella no estaba, el jardín se llenaba de maleza, pero yo no podía decirlo.
Mi abuela jamás me miró con gratitud. guardaba recelosa las palabras para sus santos. Los vestía de vez en cuando ante mi mirada atónita y el florecimiento de uno que otro Muscaris.
Yo la veía imposibilitada de llorar y al día siguiente volver a empezar en la humedad más abierta de la carne. El gajo de sus flores hinchadas. La podredumbre ingrata de las plagas.
Mi abuela lloraba para adentro. Decía que la sal cosía las flores como un hilo de baba afuera de sus entrañas. Pensaba que los caracoles no tenían dignidad y que merecían un destino más salado que la ceguera.
Yo sabía que despuès de la muerte del padre las hijas mujeres quedan todavía más huérfanas hilachentas envenenadas pero mi abuela no me escuchaba no me decía no me llamó a su lecho de muerte para pedirme disculpas por las espinas de las rosas.
Mi abuela no me quería.
A cambio de eso, me enseñó el nombre de todas sus flores.
jueves, 7 de abril de 2011
Vórtice
El cuerpo múltiple. La complejidad. La latencia en el borde de su decir. ¿Cuáles son los cuerpos de los que se habla, se dice, se recuerda? ¿De qué manera los evocadores instalan un lenguaje inherente a cada roce como secuela de su hartazgo? La repetición del concepto escapa de una definición certera, pues la imposibilidad subyace en la dificultad de encontrar sinónimos para este “algo” que nos habita y/o viceversa. Entonces, ¿dónde quedan los cuerpos aludidos, (in)visibilizados, recordados en la necesidad de decir, de marcar un territorio y generar tránsitos desde los límites de su (im)probable?
Se escribe rozando la hoja. La piel descubre una superficie helada y lisa; roja y cuadriculada para su extensión. El lápiz se amolda a la carne de los dedos. Se modifica la circulación sanguínea. También nos leemos los cuerpos. Estamos vivos. Nombramos mirando. Nos abrazamos. Nos repetimos los pasos los encuentros los besos la respiración. Sin embargo nada vuelve a ser igual.
¿Cómo un cuerpo máquina accedería a la maravilla del pestañeo si no fuera por la fragilidad posible de los costados? ¿Dónde pusimos los afectos en estas subversiones productivas, presas de aquella alienación que nos marca con el tránsito de una mercancía seriada? El cuerpo instalado en el futuro advierte sobre la posible modificación de los quisiera. Atados en la superposición de sus materiales, los cuerpos confluyen hacia las exigencias laborales, exitistas, elegantes como si propusieran un nuevo punto de partida que obstruye su desarrollo normal.
¿Qué lugar ocupa el útero materno en la constitución del nuevo cuerpo pasado/futuro? Quizás el triunfo de una sangre contenedora debería acompañar al decir y al despertar de los sentidos, pues junto con evidenciar el peso de la historia y la biografía, el cuerpo constituye una fuente de sales, humedades, óleos, colores y fluidos que empapan.
(Des)dibujando los límites, las preguntas constituyen un dentro y fuera de este cuerpo/texto.
miércoles, 30 de marzo de 2011
lunes, 28 de marzo de 2011
Eugenesia
Cuando niña, mi madre me explicó que de grande tendría una herida, que sangraría todos los meses, que dolería de vez en cuando, que podría tener hijos, pero que no había razones para el sufrimiento. Entonces fui eliminando trocitos de carne como fetos abortados por casualidad. Ella gemía ante mi exceso de sinceridad y yo urdía pretextos para hacer que la sangre me llegara por los bordes. Sangrar es como escribir. El cuerpo se tuerce en un ademán irreprochable. Las venas subvierten la caligrafía y el texto es producto de una vacuidad necesaria para llenarse. La mancha colorea la página en blanco para decir desde la herida de su páramo y yo. Yo advierto el temblor de mi madre que me besa para agotarme. Toda ella absuelta en un recoveco original que la dice hasta el punto de extrañarla.
Un cuerpo es un trazo impredecible. Todo nacimiento azaroso pudre el revés con imprecaciones de hoja. La página, el rasguño y la piel. El pedacito de endometrio que me falta para llenar estas paredes en blanco. Mis hijos. Mis hijos sus vértebras sus bracitos impuros. Mis letras en la página de su dolor. Yo gimiéndoles la noche más agotadora de su vida. Ellos encima y debajo de mí rozándonos apenas los labios. Como mi madre. Como la madre de su madre. La hija parida a medias entre ultrajes y apariencias concatenadas por la dermis. Ellos me dicen. Ellos repiten nombres y yo no hago más que sangrar. Qué más podría hacer en una nostalgia acechada por los pájaros. Ellos me picotean el pubis. Insisten en leer las letras agotadoras de su nacimiento. Porque mis hijos y mis letras son pájaros.
Cuando niña mi madre me dijo. Mi madre me pasó un pañito blanco y me dijo que con eso me cubriera las piernas. Me dijo que no las abriera por nada del mundo. Que las niñas con las piernas abiertas se portan mal, y en vez de hijos paren palabras. Por eso las aborté antes de decirlas: para que mi madre no se enojara ni dejara de besarme y acariciarme y hablarme. y decirme que me quería. Porque el silencio es el peor castigo que una madre puede dejar caer, así, como mancha roja, oscura, pegoteada en los bordes casi como por casualidad.
jueves, 17 de marzo de 2011
Tu sangre fluye
como nombres de pétalos
que florecen y se arrugan y caen
para pulverizarse como alas de otro tiempo.
Entonces tú dices convencida
que la tradición nos floreció desde el sangraje
una raíz tras otra
un velo
una espera teñida de maleza
Y luego un espejo
de sépalo ambicioso
jugando a separar
uno a uno
sus estambres.
lunes, 14 de marzo de 2011
Perfectamente sacás el hilo y te parece que después de todo el otro ovillo no estaba tan enredado, empezás a pensar que estás perdiendo el tiempo, siempre el hilo viniendo mansito a ponerse sobre sí mismo en el cartón, lo de más abajo tapado por lo de más arriba que en seguida es lo de más abajo (como en las buenas polentas: una capa de tuco, una de polenta, una de queso rallado; o el juego que hacíamos de chicos, primero yo ponía una mano entonces abuelita ponía encima la de ella, y yo la otra y ella la otra; yo sacaba la de abajo -despacito porque ahí estaba la delicia- y la ponía arriba; ella sacaba la de abajo y la ponía encima, yo sacaba la de abajo -ahora más ligero- y la ponía encima. Ya venía la de ella, la mía, la de ella, la míaladellalamía qué manera de reírnos)
Es verdad, mi mamá necesita algodón y yo se lo voy a conseguir. Yo soy capaz de cualquier cosa por ella. El derrotero salvaje abierto por los orificios de su nariz deja escurrir sangre. La sangre de mi mamá me entristece, su sangre, la misma sensación sangrienta que me asolaba en mi infancia, una niñez tan lejana y veloz como un cometa pero que aún me invade con sus infatigables y salvajes imágenes.
Diamela Eltit.
miércoles, 9 de marzo de 2011
Joceánica
Te amalgamo en la mañana con los brazos cubiertos de césped para abrazarte íntegra en la humedad de mis estaciones y decir despacito "te quiero" porque quiero establecer contigo diálogos secretos en estos pastos que nos arden para mecernos.
Entonces tú me susurras animalito Yo respondo con sonrisas vagas como si de eso trataran el verso y el trazo el cuerpo el fuego la memoria el café que no bebemos por estar ovilladas como gatos y este invierno que nos cierra sus ventanas.
Ayer escarbé en tu biografía que es como hundir las manos en tu pelo y la boca se moja los párpados se mojan las manos se mojan y llueve porque acá siempre llueve bajo las piernas y las nervaduras envejecen de quererse.
Después te vas a trabajar como si nada Un rictus facial me comienza me recorre como tormenta y por fin entiendo por qué ríes bajo el esqueleto de dos o tres paraguas.
martes, 1 de marzo de 2011
Barania
No vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae
a pedazos.
Fito Páez
Que la gente común y corriente nos duerma
nos seduzca
nos siga a nuestras casas
para conocernos los cuerpos pintados
y nos diga
que le gusta tanto lamernos
el cuello los labios la abertura
Y que nos busquemos sin buscarnos
que desaparezcamos de todos los flujos informáticos
que nos encontremos en los fluídos corporales
que nos acerquemos a la salida del cine
sin mirarnos
pero deseando enhebrarnos con la punta de la lengua
Y que mi presencia te duela más
que la ausencia que te ronda en los sistemas carcelarios
allí donde nacen tus jerarquías sociales
y celebras pactos para no salir dañada
Esta noche invisibilicé mis cicatrices
y pude verte los ojos llenos de lágrimas
porque tú por todo lloras
tú con todo te erotizas
tú tiemblas de amor
porque la posibilidad te duele
más allá de los cuatro puntos cardinales
y de tus piernas marcadas
por el abandono de las otras estrellas.
Es cierto que no te creí
cuando me dijiste la frasecita hecha
porque a mí la tristeza me cuelga
como la carne dispuesta para el matadero
y eso ya es mucho decir
Entonces te lamí la sangre del borde
y te hice abrir los labios
para comulgar contigo
y serle fiel a la fractura
de ese nombre que te inventaste
para no ser quien eres
ni tener que recordar
a tu madre
a tu abuela
a tu pueblo
a tu familia
Son tantas las mujeres de tu biografía
que su saga uterina amenaza con esterilizarte
Yo no sé qué es mejor:
Si verte desnuda en mitad de la noche
o dejar que me acaricies el borde del ojo
y que me repitas que a pesar de todos naufragios
es válido seguir remando
y que no importan los cuerpecitos prestados
ni la pena
ni la demora de este beso
que nos cercena en mitad de las letras
porque -mal que mal-
estamos aquí para mirarnos
y decir y dejarnos mecer
por esta tristeza que me lubrica
las palabras.
gelatinabiografíavioletacolibriítobrétemaagujeropárpado
lentejuelaacuarelaentusiasmohecatombetulenguafiludade
fridaerotizaeltejidodelvértigovértebranacaradaincopelusa
sacudièndoloenpedazospolìticamaravillamaravillosamujer
hembratejehebrahebratejehembramenstruadasercicatriztú
pupilapelajealondrasalamandraesporaescamaotoñopecesy
amoelespaciodetunostalgialosarcoirisdeaguasaladatellenan
delíquidolaspiernasmibellezaumbilicaltuúteroesregocijode
mislabiosdeanfibiaomóplatointemperiesucedáneocuatrode
abrilnadanadarnadobraceaenlanocheminoctámbulaestrella
ytecontarédelhoróscopoylosastroscuandoduermasdesnuda
conmigootravezdéjameacariciareseladoazulinoquetequeda
conlaacuareladetunombrepintaréunamalezabellaquemedeje
encendertodosloshielosaustralesincluidoslosdegroenlandia
dondealgunavezpernoctaréporquetuaberturaeslamismade
unhadaconojosdesílexquevinoavisitarmeconsuscabelloscon
témperasserpentinasAbcsrimasescritasenpapelcrepégrullas
deorigamienpapellustremalvalavandacoralrecortopedacitos
papelconcorazonesparalamalvaydenuevolamalvaporqueése
eselcolordenuestrocuerpopordentroornitorrincoenfemenino
gangrenadiademafalangerayuelamialhelíflorecidodemanera
W
Caleidoscopio de gatitos encinta.
La mostacilla plateada de su dermis
dilata la pupila encaramada
en media luna florida
y el tango.
Todos los gatos se embarazan de santidad
y luego maúllan sobre los techos.
Los ojos se les enferman de querer tanto
y yo sólo deseo invitarlos a bailar
sobre esta última noche
que nos queda.
Carta de Jorge Teillier a Ximena de la Maza
Lautaro, 21 de septiembre de 1971
Estimada Ximena:
Espero que esté bien de salud, no como su forastero jefe, que debe someterse a tratamientos de Calcibronat, Sedantol y otras yerbas inventadas por los curanderos del siglo XX.
Hay cosas que me preocupan bastante: una, que ud. esté en la oficina a horas de oficina, a fin de que no se siga hablando tan mal de nosotros; otra: yo no llené el dichoso formulario que llenaron todos los funcionarios ¿Podría ud. explicarle al burócrata correspondiente que estoy enfermo y ausente por prescripción médica y enviármelo aquí al sur? Otra más: que necesito cursar el permiso médico. Averígüeme si puede darlo un brujo de esta localidad o si no nuestro amigo Azael Paz.
Por último, me nombraron jurado para designar el premio nacional de literatura. Creo que el rector llama a reunión. Vea ud. entre las secretarias de tal personaje cuándo se celebrará ese machitún al que no debo faltar, y me avisa. Mi teléfono es 92, Lautaro.
Creo que de todos modos estaré los primeros días de octubre en ésa. Me siento mucho mejor, bien dormido y comido (hoy al almuerzo ensalada de digüeñes y longanizas de cerdo lautarino con papas de la misma localidad y chicha de manzana permitida hasta tomar a mi último sobrino de un año de edad)
Saludos a Waldo, a Campos, a los conocidos de siempre y por favor, cumpla con mis encargos y además cualquier cosa inesperada o urgente comuníquemela por teléfono o por telegrama a casilla 184 (Los telegramas también los transmiten por el invento de Graham Bell)
Jorge Teillier.
P.D: Murió mi pobre tío Jorge. Si va mi primo (al que de todos modos estoy tratando de ubicar) dígale que estoy en el sur y que quiero hablar con él de vuelta. Y que mi papá no puede dejar la zona porque su asunto judicial se ve esta semana. (541 días, al parecer le llegarán)
Leporino
Mi labio en los albores del poema
Yo soy en la fisura del texto
piedra y roce
en la apoplegía de las palabras.
Un poema es una ofrenda
que cubre con su cicatriz
la mucosa de mi paladar.
Mi lengua saborea la hoja
Mis dientes buscan en la esquina
el trozo de cuero que va quedando
para despedazar y morder y rebatir
el rojo de la sangre de la herida.
Mi lengua tuerce al poema
y en mis labios un cordón trenza
lo inútil en la relevancia de su metástasis.
Mi lengua me lanza
como una expatriada
al útero de la tierra.
Leporino.
Un poema es una enfermedad engañosa
que dice la imposibilidad de hacer
la tierra
el olvido
la memoria.
He sido una chica perversa.
He follado con todos los muertos
que me van quedando
Y sin embargo sigo aquí
oyendo a los perros aullar
como si de eso trataran
mi lengua
y el poema.
Ataviada con el ribete de los días. El sueño sucede como un buen augurio. Pedacitos de aquí y allá me recortan la figura. Y siento. Mastico la profundidad de estos cuerpos que me nacen para habitarme. Estaba en llamas cuando me acosté y el fuego se me involucra en la pelvis. Bajo a buscarle los atributos al agua. Tu belleza es bestial. Hundo los dedos en tus carnes más húmedas y descubro que no basta con persignarse todos los días.
lunes, 28 de febrero de 2011
.
Ven a leerme
a ver si acaso logras tildar
el recoveco que me muerde tu carencia.
esta senda habremos de recorrerla solas
porque nuestros animales fallecieron
después del pastoreo.
Usted los miró con sus ojitos púrpura mestizo
y yo les adiviné los lugares del corte.
No me importan las veredas
ni la lluvia
ni la cicatriz de su muñeca izquierda
porque en mis recuerdos usted hilvana
la humedad que me justifica las piernas.
(Por eso le escribí los poemas más bellos que jamás podría haberle escrito aunque en ellos narrara historias de fetos abortados por casualidad y usted me mirara con dolor cuando le dije que en sus entrañas jamás podría dar a luz)
Ahora en la huida
le miro la entrepierna
y admito la imposibilidad de decir
que quiero tocarle el lóbulo
aunque eso signifique agazaparme
en un borde de la insinuación
y comer de usted
pedacitos de su endometrio
como intentos fallidos del olvido.
Por ahora le pido un poquito de paciencia.
Déjeme saberla etílica, derrotada y silenciosa.
Yo la acompañaré en esta fauna
para morderla repetirla y escribir
nuestros nombres de animales
mermados por la sequía.
Sílex
El viento agita las palabras remeciendo sus puntos de fuga. Una palabra es un recorrido de letras que inicialmente no se conocen, pero luego entran en contacto para enamorarse y dolerse hasta el extremo de sus tildes.
Todo lo que digo mueve a esos cuerpos que me habitan, y construyo redes con sus hilos imaginarios.
Escribir es como quererse: las letras se alzan en el temblor de su carne para decir algo sobre alguien; una imprecisión tallada en el borde de una superficie salada. La palabra arde sobre la herida. Su presencia marca una costra cuya cicatriz es parte de la memoria.
(Cuando una palabra dice, el cuerpo se mueve y la escritura es agua)
Preámbulo al corpus hablado
El relieve
El escapismo brillante de tus filos
Sigo aquí
para cuando quieras volver
y decirme que el sueño es tibio
Como la sangre
que remece
tus jardines.
jueves, 23 de diciembre de 2010
Ceguera
(Manuel García)
(De qué manera mis aromas te sobrepasan el umbral)
Anoche me tocabas desde lejos
diciéndome que las niñas
siempre derraman cerveza
o se preocupan de las hilachas de sus vestidos
y yo te miraba con otros ojos
como si los míos no alcanzaran a cubrirte la ceguera.
Entonces pestañeabas más rápido que los peces
para posarte en el atributo de sus bestias.
Después me preguntaste
por el motivo de mi tristeza
y yo te dije que mis ojos
estaban más cerrados que todos tus mares muertos.
No pude evitar mirarte
ni aceptar que me tocaras el perfil
porque al momento de recorrerme
tarareabas el poema de amor más bello de mi vida.
Hoy me levanté pensándote
con la gracia de tus párpados hilvanados por las estrellas.
Ojalá pudiera abrirte una fisura en las pestañas
y contarte que los árboles siguen verdes
que los perros atraviesan las calles sin mirar
y que las lagartijas huyen de la sombra.
Sólo entonces comprenderías
por qué anoche, en la inmediatez de tu respiración
quebré una carta
un vaso
y unos cuantos ceniceros.
jueves, 4 de noviembre de 2010
Cierre eclair
Los juguetes Los brillos Las gafas oscuras Las pupilas Las ventanas con marcos rojos Las cortinas tomadas El vapor Las vacas echadas El aroma de los extraños Las conversaciones ajenas Las nervaduras Los bosques El lado del sol Los ciruelos floridos La caligrafía El césped Los vidrios Las palabras Los roces Los exilios Las preguntas La calvicie Las frutillas Las frambuesas Tu boca Los humedales El mar El sonido del mar La sal del mar Los dedales de oro Los poemas desconocidos Las biografías Los hilos Los géneros La piel de gallina Los caracoles El nombre del invierno La lengua de los gatos Las guindas La gelatina Los peces Los preámbulos La noche Pizarnik Teillier La Maga El carboncillo La témpera Los libros con ilustraciones El arroz Las manzanas Los gajos El olor a mandarina La luna Los sustantivos con A Los adjetivos El agua Las hadas El algodón La sal Los fantasmas buenos Las caminatas La ropa tendida Los alambres de púas Los terneros Las casas con árboles rosados La gente triste Los animales heridos Los vapores de las duchas Las tinas Las piscinas secas Las columnas Los columpios Las luciérnagas Las películas que hacen llorar Los caleidoscopios Los pantalones cortos Las fotos antiguas Alicia en el país de las maravillas El degenerado de Carroll Mi infancia Los recuerdos que me inventaron para explicarme Las galletas fruna Las pastillas pololeo Las muñecas Los tejidos Las buganvilias Las casas con mampara Los cielos con tragaluz Los palíndromes Anilina Semordnilap Los elefantes Las animitas Los nudos Los desnudos Oír llover Los yuyos La prehistoria Los dragones de comodo El paraguas de la Maga La tiza El luche Las baldosas antiguas El té El chocolate El pan La playa Mi madre El velcro Las piñatas Los cines Las manos Los jadeos Las pupilas dilatadas Los lunares Las cicatrices Las manchas Las vacunas Las miniaturas Los perros Los agujeros Las páginas en blanco Foucault La locura Los hospitales psiquiátricos Las manos con pegamento Los dedos arrugados por exceso de agua La sangre de nariz Los labios partidos Los ojos cafés Los besos clandestinos Las casitas de los perros Los vestidos de colores Las mariposas Los chanchitos de tierra Las burbujas Las chimeneas Las nubes en forma de conejito Los arcoiris Las lombrices La tierra mojada Los anfibios Los restaurantes chinos La betarraga Los pijamas gruesos El pelo en las comisuras Las casas con tejas Los perros de ropa Las confiterías Las alondras El embarazo La lactancia Los recién nacidos El aroma a cachorro Las manos escritas Los magnolios El silencio Las zapatillas con caña Los letreros Los anagramas Los trenes La cruz roja Los puentes Meryl Streep Las estrellas Las mujeres velludas Los hombres lampiños Las libretas ajenas Las cajas musicales Los cisnes de cuello negro El hielo Rovaniemi Los amantes del círculo polar El alumbramiento de los hipocampos La lección de piano Las corbatas Solentiname Cien años de soledad Los manteles de colores Los alfileres de gancho Las servilletas de colores Las jirafas Los barquitos de papel El zodíaco El significado de los nombres Los veranos con sandía Los inviernos con abrazos Las lentejas Que me despiertes para amarme Los cuerpos mojados Tu voz ronca Que sonrías Que sientas Que asientas Los volantines Los gestos El ginkgo biloba La plumavit Los gnomos Los payasos tristes Las marionetas El olor a perrito durmiendo Los bolsillos Las huellas Los grillos Los boletos de micro Los besos a oscuras.
Pajarito:
El movimiento de tus pupilas
El aleteo incesante de tu comisura
Eres tan humano que me sobrecoges
Eres tan animal que tiemblo
(Me dejo ser
en la pureza
de tu cloaca)
La Mancha
Su lengua desdibuja el margen
Ha rasgado palabra por palabra
el pliegue
la pluma
lo probable
Sus sangres permanecieron vacías
hasta el momento en que agitaron las piernas
El olvido hay que vivirlo en el cuerpo
La memoria vence
cuando los fantasmas
dejan de comerse sus reflejos
Aquí o allá vértebras de lo abarcable
Deglutir la calentura del nado
Avenzar centímetro a centímetro
los ídolos putrefactos
Sentada en las piernas del tótem
lame su vicio de conejo ardiente
Él mueve concienzudamente
la boca
las orejas
la nariz
No sabe de su pelaje y la cruza
Las crías albinas buscan
parte de sus vísceras en los agujeros
Porque el padre
La madrastra
La madre
Sus bestias simulan
haberlos olvidado.
La lengua, la miseria, la punta, la prohibición
después de esta hebra filuda
de los cántaros
de los aleteos
de los pájaros
me decido a detener la fisura del cariño
porque mi carta precede al rechazo
y en mi caligrafía alumbran estiletes de tu médula espinal.
tanto asco diseñado al costado
para desenterrar la costilla
el abuso
el germen de toda desconfianza.
así, inacabada
te cueces en esta lumbre que se evapora.
yo no sé si despedirme
con pañuelos
alfileres
o cadáveres de perros
inseminándote el cuerpo.
así, llena de hartazgos,
te pido que me dejes tu cloaca hirviendo
a ver si en ella rejuvenece
la inocencia de mi postergación.
ven, después de morder
los pedazos de labio que me van quedando
trágate la savia de mi lengua umbilical.
yo sabré decirte
cuántas noches tengo en la ingle
y tú te reirás
de este canto
infinitamente asqueroso y absurdo.
jueves, 14 de octubre de 2010
Netherlands
Enseñarte la animalidad de mi cariño
Recrear un espacio para tu naufragio
No necesito más que tu pelo rozándome la espalda
y sin embargo abro un paréntesis para escribir esta nebulosa
Porque, como tú, soy huérfana todos los días;
la intemperie me rasga de principio a fin.
Aneurisma
El amor es eterno mientras dura.
Cardoza y Aragón.
Dejo mi amor al costado. Lo miro de reojo. Su pelaje sobrevuela mis omóplatos y de tanta fuga terminamos enhebrados. Él intenta maniobras macabras. Yo me niego a abandonar la carne. Por eso me gusta cuando me abre las piernas. Ninguna de mis historias permanece. Él me pregunta cuándo volverán las alucinaciones. Yo le respondo que todavía no, que todo amenaza cuando nieva. Me dice "quiero llover en ti como hace mucho tiempo". Trato de recordar y lo abrazo. Sus labios peludos me cercan. La lengua del amor se me enquista en los lunares del muslo. Pero no puedo.
Dejo mi amor al costado. Ingrávido en esta frontera de mis cortes. Si me respira dentro del ojo. Si por un momento me fuerza a morderlo me doy vuelta y huyo. Pero me sigue. Se me aferra a las yemas y me grita que tengo tanto por conocer. Abro la boca y me respira jadeando. Tengo un amor de porcelana. Un amor que sobresale de todos los géneros que me han tocado. A mi amor lo disfrazo de rebeldía, le digo que el desamor poetiza mi cama. Y sin embargo insiste. Me pide quedarse. Promete incoporar su trajín a mi deseo. Entonces cedo. Por un momento me quedo quieta en su ingle. Espero la mordida. Todo florece.
Un silencio precede a mi cuerpo olvidado.
Eco del lenguaje cinematográfico
- ¿Y por qué te interesa que todos sepan de nuestra relación?
- Porque si eres así de posesiva, quiero que todos sepan que soy tuya.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
Trauma
Si me tocas el motivo de la paráfrasis
ábreme un bosquejo de animal lechoso
ahí donde me comienza el vello.
Paria
El clandestinaje de mis marcas
La aceleración en la conquista de los cuerpos
Me tendieron una trampa hacia la indecencia.
Entonces el vello púbico me creció
como parte de tu lamento
y me dijiste que no valía la pena
llorar por la imposibilidad de lo heroico.
Yo me cosí todos tus nombres en los labios
y huí para no perderte
en esta frontera que se me difuminaba sobre los párpados.
Por eso ahora
mi boca está congelada.
Ya no sé de banderas ni escudos ni himnos nacionales
porque esto que me sucede en el cuerpo
surgió como preámbulo a tus iniciaciones macabras.
De tanto decirte
De tanto esconderme en la carne de tu rechazo
abrí la boca y expulsé el feto.
No era para ti ese colgajo de tripas
sino para los vándalos que acababan de apuñalarme.
Esos hijos tuyos bebieron de mí
todo lo que estaba dispuesto para tu mesa.
Por eso
aún en la víspera me atrevo a pedirte
que me dejes entrar
en la hebra puntiaguda
que te sobresale del nombre
y rogarte que me abras un espacio entre las piernas
encerrarme en tu cordillera
y escribir inmersa
en la arrogancia de tu imposible.
lunes, 13 de septiembre de 2010
Oceanografía
Chuparte la piel
surcando la mitología perversa
que luego vuelco en estas páginas
para ver si de ese modo
mi saliva vuelve
a adherirte a mi matriz.
Leve
La marca de tu ceniza
y el símbolo cristalino de tu lubricación
me abren una fosa
en este humedal sacralizado.
Ectopia
La contracción de tu nombre
me resquebraja el útero.
Puedo morirme entera
con la certeza
de que en tus entrañas
jamás podré dar a luz.
Hierofanía
Dejarte madrugar por mis puentes de agua
Estuve plegando barquitos de papel
para jugar a arrugar la carne de tus orillas
Entonces me dejaste mirar
por ese ojo que se te abre entre las piernas
y conocí tu dominio de náufraga
Quizás por eso serás la única niña de mi vida.
Musgo
Tu claustrofobia
El ansia salada de tus pastos
Esos pedacitos de intransigencia nocturna
que te nacen de la boca
para llenarte los labios de ovillos verdes
me vuelven una molusca rosada
En mi tibior conjuro
una especie de célula
abstracta, resbalosa
que en su maravilla contiene
lo que está por suceder.
lunes, 6 de septiembre de 2010
...
Los perros
el chocolate
el hielo
las hebras
el té
el queer
la sangre
las agujas
(tu lengua)
la nieve
los textos
los realities.
todo es absolutamente hermoso y absurdo a la vez.
domingo, 5 de septiembre de 2010
Fluvial
Que me abraces Que despertemos Que tu lengua Que mis dientes Que tu pelo Que mi cuello Que los aromas Que los hallazgos Que la abertura
(Pensé que estabas menstruando y encendí un fósforo para mecerte)
Que tu cosmos Que mi agujero Que las horas Que la tentación Que los hombres solos Que los anfibios Que el hambre Que las frutas Que las escaleras Que Frida Que los nombres Que los bordes Que la ingle Que el placebo Que los símbolos de fascinación astral.
Agradezco las formas en que la orfandad complementa tu mordida. Como una bestia de las noches laceradas. Después de la batalla vienes a coserme la virginidad. Yo no supe de este abismo pero las palabras me condujeron a tu orilla. Entonces mordí tu pezón y asomaron cuatro gotitas de leche. En ti se congregan todas las mujeres de mi biografía. Tu ropa se convirtió en una catástrofe bajo la cama. Yo accedí al verbo después de regalarte mi primera habla. Entonces me dijiste que carecías de sentido común y que tus acercamientos eran simples y salvajes.
El sí de las niñas
Mi niña me dice que sí. Que el apellido de su padre se le mete por el cuerpo y le pide que me roce como si me fuera a coser los párpados. La manía de recostarse sobre sí misma es una mala costumbre adquirida desde la ausencia. Yo no tengo nada más que un par de hipérboles mal dichos, y en eso su padre y yo coincidimos desde el día de su nacimiento. Ella me dice que el nombre es un malestar en la forma de azucarar los cuerpos y mis papilas se resienten ante la amargura de su orfandad.
Mi niña me dice que sí. Que el apellido de su padre es una costra salada y me permite lengüetear su carencia de vello. El raspaje es un verbo inútil para todo intento desafortunado. Por mi parte le digo que el miedo descansa al margen del lagrimal y que en sus entrañas el mundo estruja una odisea de silencios.
Sólo cuando viene a mí se enciende un agujero y ya ni el nombre ni el padre ni la textura son capaces de lubricar las pestañas de su improbable.
Estos meses para una plegaria
Mientras crece la maleza
sus habitantes observan por la ventana
sin decir ni escribir nada.
La técnica consiste
en querer decir
que la lluvia
la niebla
los espinos
Y sin embargo
quedar mirando
como quien saca una aguja
o enhebra un ojo
en mitad del paisaje.
domingo, 9 de mayo de 2010
Bajo una pequeña estrella
Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.