Decir que nos gusta lo dulce. Mirarnos la nervadura pilosa y decir que sí cuando llueve.
Pensar siempre en las formas de venerar las singularidades escarchadas.
Sobreadjetivar el gesto, el roce, la constancia con que la vida nos unta.
Negarnos a la histerectomía o continuar como benditos estériles.
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