Ya desde su nervadura de animal invertebrado
se dejaba brotar en la honradez de su paréntesis.
Abría y cerraba las hojas del día
Imprimía sellos en la humedad de los cuerpos.
Ellos sin dudar
convertían marejadas en abrazos;
minuciosos trayectos de escamas
parábolas dispuestas antojadizamente
sobre la escarcha de todo amuleto posible.
La lluvia.
Esa bendita lluvia
y la noche que les abría sus dobleces
bajo los párpados.
Abría y cerraba las hojas del día
Imprimía sellos en la humedad de los cuerpos.
Ellos sin dudar
convertían marejadas en abrazos;
minuciosos trayectos de escamas
parábolas dispuestas antojadizamente
sobre la escarcha de todo amuleto posible.
La lluvia.
Esa bendita lluvia
y la noche que les abría sus dobleces
bajo los párpados.
Fotografía: Felipe Smides
www.flickr.com/photos/felipesmides
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