Después de mirarnos a los ojos
hilvanaba cuentas;
repetía incesantemente que debíamos huír
porque la sobrevivencia
continuaba del otro lado de los árboles.
Nosotros insistíamos en adivinar
la sensualidad
con que sus caracolas
nos modificaban el tacto.
Entonces, él se estiraba como heráldica en pleno apogeo
adivinando nuestros recovecos
con su pupila de hermoso visionario.
Fotografía: Agustín Navarra
www.flickr.com/photos/mifotosintesis
hilvanaba cuentas;
repetía incesantemente que debíamos huír
porque la sobrevivencia
continuaba del otro lado de los árboles.
Nosotros insistíamos en adivinar
la sensualidad
con que sus caracolas
nos modificaban el tacto.
Entonces, él se estiraba como heráldica en pleno apogeo
adivinando nuestros recovecos
con su pupila de hermoso visionario.
Fotografía: Agustín Navarra
www.flickr.com/photos/mifotosintesis
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