jueves, 18 de marzo de 2010

Puro, Chile, es tu cielo azulado





... Un pájaro y otro ya no tiemblan...

(Luis Cernuda)






Escribir (porque) duele.






sábado, 13 de marzo de 2010

Malaria


Perdóneme si le digo Madre.
Es que aquí las noches.
Aquí no se puede con la garúa ni los vidrios ni las alucinaciones. Cuando usted ve pasar figuritas por los muros, yo me tapo los oídos y sonrío. Es la única manera de seguir diciéndonos naturalmente, como quien establece lazos con la muerte.
Aquí libramos batallas campales con las ratas, los embargos, los artefatos domésticos. Por eso nos introducimos alambres de púas y sangramos.
Perdóneme si le digo Madre y me permito amarla desde este cuerpo azotado por las ganas. Es que la preñez nos dejó con un sabor amargo y una rogativa a las santas estampadas en las paredes. Nuestros muros huelen a semen viejo, a carne derretida por el abandono.
Perdóneme si le digo Madre y le miro descaradamente la entrepierna. Déjeme creer que sus labios se abrieron para explotarme. Dígame que sus gemidos me perpetuaron una existencia de perra maldita. Yo me ocuparé de la burocracia y de ponerle otros nombres a estos juegos. Con estas camas tan próximas y el frío, no se culpe a los cuerpos ni a la carencia de recursos económicos.
Aquí apenas sobrevivimos con los verbos. La carne es cosa de cada cual. Las sábanas, los géneros, los tejidos. Cuando le bordo una heráldica en el pecho añoro sus bosquejos de vía láctea.
Perdóneme si le digo Madre y le hablo de la harina, el vértigo, la levadura.
Permítame sobarle las palabras y que las sílabas leuden entre sus vellos axilares. Todo es tan disperso, que me aferro al puntapié de su renuncia e insisto. Usted me bebe a contraluz, me aprieta despiadadamente contra esas voces que le urden los quejidos. Retoma la apariencia de animal hundido en la llaga y me lanza un cuerpo, un paréntesis sin significado aparente, que explota antes de mojarme los párpados.
Perdóneme si le digo Madre y rechazo la tibieza de su líquido seminal.