jueves, 23 de diciembre de 2010

Ceguera

Mira que hoy el cielo va a llorar con ganas.
(Manuel García)




(De qué manera mis aromas te sobrepasan el umbral)

Anoche me tocabas desde lejos
diciéndome que las niñas
siempre derraman cerveza
o se preocupan de las hilachas de sus vestidos
y yo te miraba con otros ojos
como si los míos no alcanzaran a cubrirte la ceguera.
Entonces pestañeabas más rápido que los peces
para posarte en el atributo de sus bestias.

Después me preguntaste
por el motivo de mi tristeza
y yo te dije que mis ojos
estaban más cerrados que todos tus mares muertos.

No pude evitar mirarte
ni aceptar que me tocaras el perfil
porque al momento de recorrerme
tarareabas el poema de amor más bello de mi vida.

Hoy me levanté pensándote
con la gracia de tus párpados hilvanados por las estrellas.
Ojalá pudiera abrirte una fisura en las pestañas
y contarte que los árboles siguen verdes
que los perros atraviesan las calles sin mirar
y que las lagartijas huyen de la sombra.

Sólo entonces comprenderías
por qué anoche, en la inmediatez de tu respiración
quebré una carta
un vaso
y unos cuantos ceniceros.
Tú como escribes poesía sin escribirla
puedes contármela.
Yo me encargo del adjetivo.
Yo le pongo letras a la traición y al cariño.



Diego Ramírez
(amigo gato)

jueves, 4 de noviembre de 2010

La complicidad de estos besos susurrados



Cierre eclair


Los juguetes Los brillos Las gafas oscuras Las pupilas Las ventanas con marcos rojos Las cortinas tomadas El vapor Las vacas echadas El aroma de los extraños Las conversaciones ajenas Las nervaduras Los bosques El lado del sol Los ciruelos floridos La caligrafía El césped Los vidrios Las palabras Los roces Los exilios Las preguntas La calvicie Las frutillas Las frambuesas Tu boca Los humedales El mar El sonido del mar La sal del mar Los dedales de oro Los poemas desconocidos Las biografías Los hilos Los géneros La piel de gallina Los caracoles El nombre del invierno La lengua de los gatos Las guindas La gelatina Los peces Los preámbulos La noche Pizarnik Teillier La Maga El carboncillo La témpera Los libros con ilustraciones El arroz Las manzanas Los gajos El olor a mandarina La luna Los sustantivos con A Los adjetivos El agua Las hadas El algodón La sal Los fantasmas buenos Las caminatas La ropa tendida Los alambres de púas Los terneros Las casas con árboles rosados La gente triste Los animales heridos Los vapores de las duchas Las tinas Las piscinas secas Las columnas Los columpios Las luciérnagas Las películas que hacen llorar Los caleidoscopios Los pantalones cortos Las fotos antiguas Alicia en el país de las maravillas El degenerado de Carroll Mi infancia Los recuerdos que me inventaron para explicarme Las galletas fruna Las pastillas pololeo Las muñecas Los tejidos Las buganvilias Las casas con mampara Los cielos con tragaluz Los palíndromes Anilina Semordnilap Los elefantes Las animitas Los nudos Los desnudos Oír llover Los yuyos La prehistoria Los dragones de comodo El paraguas de la Maga La tiza El luche Las baldosas antiguas El té El chocolate El pan La playa Mi madre El velcro Las piñatas Los cines Las manos Los jadeos Las pupilas dilatadas Los lunares Las cicatrices Las manchas Las vacunas Las miniaturas Los perros Los agujeros Las páginas en blanco Foucault La locura Los hospitales psiquiátricos Las manos con pegamento Los dedos arrugados por exceso de agua La sangre de nariz Los labios partidos Los ojos cafés Los besos clandestinos Las casitas de los perros Los vestidos de colores Las mariposas Los chanchitos de tierra Las burbujas Las chimeneas Las nubes en forma de conejito Los arcoiris Las lombrices La tierra mojada Los anfibios Los restaurantes chinos La betarraga Los pijamas gruesos El pelo en las comisuras Las casas con tejas Los perros de ropa Las confiterías Las alondras El embarazo La lactancia Los recién nacidos El aroma a cachorro Las manos escritas Los magnolios El silencio Las zapatillas con caña Los letreros Los anagramas Los trenes La cruz roja Los puentes Meryl Streep Las estrellas Las mujeres velludas Los hombres lampiños Las libretas ajenas Las cajas musicales Los cisnes de cuello negro El hielo Rovaniemi Los amantes del círculo polar El alumbramiento de los hipocampos La lección de piano Las corbatas Solentiname Cien años de soledad Los manteles de colores Los alfileres de gancho Las servilletas de colores Las jirafas Los barquitos de papel El zodíaco El significado de los nombres Los veranos con sandía Los inviernos con abrazos Las lentejas Que me despiertes para amarme Los cuerpos mojados Tu voz ronca Que sonrías Que sientas Que asientas Los volantines Los gestos El ginkgo biloba La plumavit Los gnomos Los payasos tristes Las marionetas El olor a perrito durmiendo Los bolsillos Las huellas Los grillos Los boletos de micro Los besos a oscuras.

Epifánico







La Fotografía no rememora el pasado. El efecto que produce en mí no es la restitución de lo abolido (por el tiempo, por la distancia), sino el testimonio de que lo que veo ha sido.


Roland Barthes.

Pajarito:


El movimiento de tus pupilas
El aleteo incesante de tu comisura

Eres tan humano que me sobrecoges
Eres tan animal que tiemblo

(Me dejo ser
en la pureza
de tu cloaca)

La Mancha


Su lengua desdibuja el margen
Ha rasgado palabra por palabra
el pliegue
la pluma
lo probable

Sus sangres permanecieron vacías
hasta el momento en que agitaron las piernas

El olvido hay que vivirlo en el cuerpo
La memoria vence
cuando los fantasmas
dejan de comerse sus reflejos

Aquí o allá vértebras de lo abarcable
Deglutir la calentura del nado
Avenzar centímetro a centímetro
los ídolos putrefactos

Sentada en las piernas del tótem
lame su vicio de conejo ardiente
Él mueve concienzudamente
la boca
las orejas
la nariz
No sabe de su pelaje y la cruza

Las crías albinas buscan
parte de sus vísceras en los agujeros
Porque el padre
La madrastra
La madre

Sus bestias simulan
haberlos olvidado.


Llover;
y que en la esquina del paréntesis
me quieras.

La lengua, la miseria, la punta, la prohibición


después de esta hebra filuda
de los cántaros
de los aleteos
de los pájaros
me decido a detener la fisura del cariño
porque mi carta precede al rechazo
y en mi caligrafía alumbran estiletes de tu médula espinal.

tanto asco diseñado al costado
para desenterrar la costilla
el abuso
el germen de toda desconfianza.
así, inacabada
te cueces en esta lumbre que se evapora.

yo no sé si despedirme
con pañuelos
alfileres
o cadáveres de perros
inseminándote el cuerpo.

así, llena de hartazgos,
te pido que me dejes tu cloaca hirviendo
a ver si en ella rejuvenece
la inocencia de mi postergación.

ven, después de morder
los pedazos de labio que me van quedando
trágate la savia de mi lengua umbilical.
yo sabré decirte
cuántas noches tengo en la ingle
y tú te reirás
de este canto
infinitamente asqueroso y absurdo.






Hacerte sentir la neblina
de estas últimas veces.

lunes, 1 de noviembre de 2010


Soy helada
Soy triste
Soy abstracta

Nací por un error de cálculo.

jueves, 14 de octubre de 2010

Netherlands


Enseñarte la animalidad de mi cariño
Recrear un espacio para tu naufragio

No necesito más que tu pelo rozándome la espalda
y sin embargo abro un paréntesis para escribir esta nebulosa

Porque, como tú, soy huérfana todos los días;
la intemperie me rasga de principio a fin.

Ximena:


Con tu alumbramiento
me condenaste
a muerte.

La pasividad es ajena a toda naturaleza


Aneurisma


El amor es eterno mientras dura.

Cardoza y Aragón.



Dejo mi amor al costado. Como un animal hundido, lacerado, magullado, abierto en su dicotomía imposible. Su vientre es un paisaje que me despunta. Lo dejo porque me hiere. Lo muerdo. Le pido que me haga daño. Cuando entro él se queda mirándome con una pupila de orquídea. Yo lo amenazo sobre el césped. Lo guardo en un recoveco sublingual. Él promete no decir nada. Entonces lo toco despacito y compruebo el latido de sus bordes. Está vivo. Pero lo dejo al costado. Mi amor no me sirve para evidenciar la intemperie. Mi amor es demasiado grande para este cuerpo insignificante. A mi amor no le gusta amanecer conmigo. Sólo me roza el lagrimal y de cuando en cuando aparece bajo mis sábanas. Yo le digo que el cuerpo es una trampa como el lenguaje. Él me pide aferrarse a la clavícula. Le respondo que un hueso sólo es factible en la medida en que fenece.

Dejo mi amor al costado. Lo miro de reojo. Su pelaje sobrevuela mis omóplatos y de tanta fuga terminamos enhebrados. Él intenta maniobras macabras. Yo me niego a abandonar la carne. Por eso me gusta cuando me abre las piernas. Ninguna de mis historias permanece. Él me pregunta cuándo volverán las alucinaciones. Yo le respondo que todavía no, que todo amenaza cuando nieva. Me dice "quiero llover en ti como hace mucho tiempo". Trato de recordar y lo abrazo. Sus labios peludos me cercan. La lengua del amor se me enquista en los lunares del muslo. Pero no puedo.

Dejo mi amor al costado. Ingrávido en esta frontera de mis cortes. Si me respira dentro del ojo. Si por un momento me fuerza a morderlo me doy vuelta y huyo. Pero me sigue. Se me aferra a las yemas y me grita que tengo tanto por conocer. Abro la boca y me respira jadeando. Tengo un amor de porcelana. Un amor que sobresale de todos los géneros que me han tocado. A mi amor lo disfrazo de rebeldía, le digo que el desamor poetiza mi cama. Y sin embargo insiste. Me pide quedarse. Promete incoporar su trajín a mi deseo. Entonces cedo. Por un momento me quedo quieta en su ingle. Espero la mordida. Todo florece.

Un silencio precede a mi cuerpo olvidado.

Eco del lenguaje cinematográfico


- ¿Y por qué te interesa que todos sepan de nuestra relación?
- Porque si eres así de posesiva, quiero que todos sepan que soy tuya.

miércoles, 29 de septiembre de 2010


Mis escritos trataban sobre ti, lo único que hacía en ellos era llorar lo que no podía llorar en tu pecho. Era un adiós intencionadamente retardado, que, pese a haberlo forzado tú, se encaminaba en la dirección determinada por mí.

Kafka.

martes, 28 de septiembre de 2010

Compleja, Perpleja


Beneficencia











El puntillismo
de mi hebra.

Trauma


Si me tocas el motivo de la paráfrasis
ábreme un bosquejo de animal lechoso
ahí donde me comienza el vello.



Padre, no te rías de mi pobre corazón

Paria


El clandestinaje de mis marcas
La aceleración en la conquista de los cuerpos
Me tendieron una trampa hacia la indecencia.

Entonces el vello púbico me creció
como parte de tu lamento
y me dijiste que no valía la pena
llorar por la imposibilidad de lo heroico.

Yo me cosí todos tus nombres en los labios
y huí para no perderte
en esta frontera que se me difuminaba sobre los párpados.

Por eso ahora
mi boca está congelada.
Ya no sé de banderas ni escudos ni himnos nacionales
porque esto que me sucede en el cuerpo
surgió como preámbulo a tus iniciaciones macabras.

De tanto decirte
De tanto esconderme en la carne de tu rechazo
abrí la boca y expulsé el feto.
No era para ti ese colgajo de tripas
sino para los vándalos que acababan de apuñalarme.
Esos hijos tuyos bebieron de mí
todo lo que estaba dispuesto para tu mesa.

Por eso
aún en la víspera me atrevo a pedirte
que me dejes entrar
en la hebra puntiaguda
que te sobresale del nombre
y rogarte que me abras un espacio entre las piernas
encerrarme en tu cordillera
y escribir inmersa
en la arrogancia de tu imposible.


Que nunca te bastó
una lengua
en las entrañas.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Oceanografía


Chuparte la piel
surcando la mitología perversa
que luego vuelco en estas páginas
para ver si de ese modo
mi saliva vuelve
a adherirte a mi matriz.

Leve


La marca de tu ceniza
y el símbolo cristalino de tu lubricación
me abren una fosa
en este humedal sacralizado.


Mi agua
para tus invocaciones
de cáscara.

Ectopia


La contracción de tu nombre
me resquebraja el útero.

Puedo morirme entera
con la certeza
de que en tus entrañas
jamás podré dar a luz.

Ovulada


Bailar con tu agua
Bosquejar mi pudor
en la punta
de tus yemas.

Al oeste de tus vértebras





Mis constelaciones espectrales.

Hierofanía


Dejarte madrugar por mis puentes de agua

Estuve plegando barquitos de papel
para jugar a arrugar la carne de tus orillas

Entonces me dejaste mirar
por ese ojo que se te abre entre las piernas
y conocí tu dominio de náufraga

Quizás por eso serás la única niña de mi vida.

Secesionismo





Me visto de seda
para arder en la juntura
de tus pastos invernales.

Musgo


Tu claustrofobia
El ansia salada de tus pastos

Esos pedacitos de intransigencia nocturna
que te nacen de la boca
para llenarte los labios de ovillos verdes
me vuelven una molusca rosada

En mi tibior conjuro
una especie de célula
abstracta, resbalosa
que en su maravilla contiene
lo que está por suceder.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Saber


Que todo te sobra
porque te duele.

...


Los perros
el chocolate
el hielo
las hebras
el té
el queer
la sangre
las agujas
(tu lengua)
la nieve
los textos
los realities.

todo es absolutamente hermoso y absurdo a la vez.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Fluvial


Que me abraces Que despertemos Que tu lengua Que mis dientes Que tu pelo Que mi cuello Que los aromas Que los hallazgos Que la abertura

(Pensé que estabas menstruando y encendí un fósforo para mecerte)

Que tu cosmos Que mi agujero Que las horas Que la tentación Que los hombres solos Que los anfibios Que el hambre Que las frutas Que las escaleras Que Frida Que los nombres Que los bordes Que la ingle Que el placebo Que los símbolos de fascinación astral.

Agradezco las formas en que la orfandad complementa tu mordida. Como una bestia de las noches laceradas. Después de la batalla vienes a coserme la virginidad. Yo no supe de este abismo pero las palabras me condujeron a tu orilla. Entonces mordí tu pezón y asomaron cuatro gotitas de leche. En ti se congregan todas las mujeres de mi biografía. Tu ropa se convirtió en una catástrofe bajo la cama. Yo accedí al verbo después de regalarte mi primera habla. Entonces me dijiste que carecías de sentido común y que tus acercamientos eran simples y salvajes.

Estoy buscando
las mejores palabras
para raspar tus labios
de pez en femenino.

El sí de las niñas


Mi niña me dice que sí. Que el apellido de su padre se le mete por el cuerpo y le pide que me roce como si me fuera a coser los párpados. La manía de recostarse sobre sí misma es una mala costumbre adquirida desde la ausencia. Yo no tengo nada más que un par de hipérboles mal dichos, y en eso su padre y yo coincidimos desde el día de su nacimiento. Ella me dice que el nombre es un malestar en la forma de azucarar los cuerpos y mis papilas se resienten ante la amargura de su orfandad.

Mi niña me dice que sí. Que el apellido de su padre es una costra salada y me permite lengüetear su carencia de vello. El raspaje es un verbo inútil para todo intento desafortunado. Por mi parte le digo que el miedo descansa al margen del lagrimal y que en sus entrañas el mundo estruja una odisea de silencios.

Sólo cuando viene a mí se enciende un agujero y ya ni el nombre ni el padre ni la textura son capaces de lubricar las pestañas de su improbable.

Estos meses para una plegaria


Mientras crece la maleza
sus habitantes observan por la ventana
sin decir ni escribir nada.

La técnica consiste
en querer decir
que la lluvia
la niebla
los espinos

Y sin embargo
quedar mirando
como quien saca una aguja
o enhebra un ojo
en mitad del paisaje.
La única misión del amor es exponernos a la herida y luego desaparecer. No es algo que pueda cumplirse y alcanzar su plenitud. El amor es un elemento catastrófico.

Rosario Castellanos.

domingo, 9 de mayo de 2010



Ninguna de tus muertes fue en vano.

En tu mundo y el mío
llueven lágrimas
avinagradas.

Bajo una pequeña estrella


Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.


(Wislawa Szymborska)

jueves, 6 de mayo de 2010



No me gusta que me hablen
mientras viajo.

Estéticas de la Modernidad


Leer El Teniente Gustl.
Sobrevivir al cariño
y la lluvia.

lunes, 26 de abril de 2010


El silencio
es un dolor
mío.

miércoles, 21 de abril de 2010



Admítelo Bob:
estamos listos
para la faena.




*humorada de 3:15 a.m; después de leer y leer y leer y pensar en leer y en resumir las concordancias temáticas, identitarias, narrativas, etc. entre Cien Años de Soledad, Pedro Páramo y
El Lugar sin límites.

Misia Blanca elige en un platillo un terrón de azúcar tostada para su tisana. Uno para ella, otro para la Moniquita y otro para ti, Panchito, tiene un trozo de hoja de cedrón pegada, le da un gusto especial, gusto a Misia Blanca, bueno, váyanse a jugar al jardín y no la pierdas de vista, Pancho, que eres más grande y la tienes que cuidar. Y las hortensias descomunales allá en el fondo de la sombra, junto a la acequia de ladrillos aterciopelados de musgo él papá y ella mamá de las muñecas, hasta que los chiquillos nos pillan jugando con el catrecito, yo arrullando a la muñeca en mis brazos porque la Moniquita dice que así lo hacen los papás y los chiquillos se ríen –marica, marica, jugando a las muñecas como las mujeres-, no quiero volver nunca más pero me obligan porque me dan de comer y me visten pero yo prefiero pasar hambre y espío desde el cerco de ligustros porque quisiera ir de nuevo pero no quiero que me digan que soy el novio de la hija del patrón, y marica, marica por lo de las muñecas.


José Donoso.
El Lugar sin límites.

domingo, 18 de abril de 2010





Querido Padre:

Déjame el cuerpo de los peces para buscarles un nombre, para darles un atributo gentil y despedirlos como tu Dios manda: en ceremonias y réplicas que nos permitan devorarlos.

De tanto reproducirlos han entrado en nuestras casas, con su hedor y su peste.

La epidemia de tu movimiento sembró el terror a la muerte y nos aferramos a la marca del abandono.

Estas algas no estaban contempladas en el escudo nacional, ni los animales, las astillas, las recomendaciones. Por eso lloramos y gritamos e intentamos buscarte en estas vistas aéreas desde el cielo.

Dicen que la atmósfera cubre tu cuerpecito de Patria, Padre querido, aunque te busco sin saber qué decir, cómo llamarte, de qué manera explicar tu bosquejo de hilachita insignificante en la cartografía de mi cariño y decir, nuevamente decir que tu presencia me esterilizó hasta vaciarme los párpados.

Dentro de tu corporidad me fui hundiendo como quien escarba en la llaga para beber la sangre de los primeros sacrificios. Tú me sacudiste el cuerpo como quien se desprende de una esquirla demasiado profunda y procuraste mantenerme alejada de tu rabia.

Yo no sé qué hicimos, Padre, para clavarte la bandera en los labios. Esa noche brillaban tantas estrellas juntas, que casi las podíamos tocar. Quizás por eso te sentiste ofendido y viniste a arrebatarnos el sueño de los niños y el quejido de los que a esa hora fornicaban bajo tus manos.

(En el Sur tengo un léxico que flota sin saber decirte, porque he perdido el habla y la tierra me hace brotar pedazos de palabras indecentes)

Será que te aburrimos con nuestra desobediencia y tú decidiste ordenar la casa, traernos el agua, devolver la tierra a sus raíces quebrándonos todo artefacto material.

Anoche, Padre, nos trajiste el agua para ahogarnos, para hacernos naufragar con nuestros cabellos de trapo, porque ahora eres tú el que arroja los cuerpos al mar y los militares regresan a las calles.

Querido Padre:

Ya no reconozco tu fractura.

Mis hermanos tienen hambre de tu costra, pero sangran al momento de morderte. Es tu ingle, tu falange o el orificio de tu boca el que vuelve a agrietarnos con su ferocidad.

Te miro y pienso en mis cartografías sobre el abandono. Entonces recuerdo cuando el asesino es un fantasma que ha engendrado todos los demonios.

Ese día comenzaste a dolerme con tu médula rojiza en mitad de la intemperie y yo me separé de ti, porque estábamos predestinados al incesto.

Mi madre escapó con la promesa de vengarnos, pero tú nos tomaste por sorpresa justo al momento en que gritábamos tu culpa.

Si te digo todo esto es porque los orificios se me olvidan y de tanto repetirlos llego a creer en su malignidad.

De tanto mirarte en nuestro álbum familiar he borrado los abrazos, las sonrisas, tu lengua metida en mis labios, porque mi boca, Padre, es una herida que te lame sin decirte.

Por eso en la víspera me quedo agazapada en el movimiento de tus huesos, esperando que un día regreses por nosotros y de una vez por todas, tengas el valor para devorarnos.



Acotar el cuerpo en la palabra
Reducir la lectura a imprecaciones de piel
El verbo es morbo en la orfandad de las obsidianas
Su significado arde en las vértebras de lo salvaje.


jueves, 15 de abril de 2010



Nostalgia de premura y de lágrima.

jueves, 8 de abril de 2010

Sus primeros trazos...



En febrero de este año, me invitaron a participar junto a otros porfesionales, como monitora de un taller de literatura en el marco del programa "Creando Chile en mi Barrio".

El desafío era enorme, pues jamás me había desempeñado en una actividad similar, y temía no contar con los alumnos, o ser incapaz de entregarles las armas motivacionales necesarias para emprender el viaje.

A pesar del miedo, aventuré a desplazarme hacia el norte (Ovalle, IV Región), para trabajar durante una semana con personas en riesgo social, prometiéndome entregarles la escritura como un juego lleno de colores que les permitiera aumentar su autoestima y fortalecer sus virtudes.

En medio del desconocimiento y de una actitud quizás arrogante, antes de conocerlos planifiqué actividades relacionadas incluso con la teoría literaria, pasando a llevar sus verdaderas inquietudes.

Desde la primera clase comprendí que las sesiones debían ajustarse a los sueños que el contexto les había negado, para acercarme a sus verdaderas emociones. Entonces, dibujamos con palabras y fuimos develándonos ante los demás en una intemperie que no nos doliera tanto.

Cuantitativamente, fueron 9 los alumnos que sagradamente concluyeron a la sede social a escribir sus latencias. Dos de ellos (Angelina y Oscar) a pesar de su discapacidad intelectual estuvieron dispuestos a compartir un pedacito de sus letras con nosotros, entregándose a mis exigencias: "aquí todos escriben. No hay ninguno que tenga las manos cortadas, y si es así, me dictan y les escribo yo"...

El resto: niños, madres, abuelas, temerosos de enfrentar la página en blanco, poco a poco fueron contándonos quiénes eran, constituyendo uno de los talleres más emorivos del grupo, no sólo por sus historias de vida, sino por el esfuerzo que día a día dedicaban a la escritura. (Muchos de ellos poseían bajos niveles de escolaridad, aunque procuraban esforzarse al máximo)

La última clase, cuando les pedí que escribieran una carta a alguien significativo contándole sobre sus sueños, me sobrecogió escucharlos leer en voz alta: ser cantante de rock, que sus nietos accedieran a la universidad, estudiar medicina veterinaria, aprender a bailar, trabajar en un almacén de dulces y ver crecer a la hija enferma, agradeciendo a dios haberle prolongado la vida más allá de lo que la ciencia en su momento estipuló.

Después de emocionarnos en conjunto, de abrazarnos y darnos las gracias, no sólo volví con una tremenda satisfacción, sino con la necesidad de replicar la experiencia en todos los lugares posibles.

Para mí, se convirtió en una búsqueda. Fue tanto el cariño que recibí durante mi estancia, que necesito devolver la mano, afiatar los lazos, continuar una voz que genere cariños entre los vecinos, los familiares, los amigos.

En sus caligrafías hermosas y poco experimentadas releo actitudes y cariños esperanzadores. Gestos mímimos y enormes. Caricias, frutas, dibujos, colores. Veo su paciencia, su lucha, sus invitaciones a la hora del té, con lo mínimo, que de grande se vuelve absoluto.

miércoles, 7 de abril de 2010




En tus alas mis apóstrofes de lavanda.

martes, 6 de abril de 2010



Con el advenimiento de la calma, mis heridas vuelven a florecer.

lunes, 5 de abril de 2010

No tengo otra forma de decirlo:


Cuando voy al trabajo pienso en ti


Mi Madre
Mi Hija
Mi República

Mi pedacito de piel entumecida
Mi bosquejo gatuno de invierno

Ese par de calcetines rotos
Ese tilde
Esas faltas de ortografìa
El impétigo de los liceos numerados
con su insignia puntiaguda como la estrella nacional

En tanta vértebra
caricia
y prohibición
tatuadas en el inicio de la consigna

Cuando voy al trabajo pienso en ti

Y lo escribo con rojo sobre los muros

Las mismas bufandas que nos aíslan del frío
semejan sogas para colgarnos de los árboles
Cuando nieva
cuando jugamos a ser animales extintos
y simulamos hacernos diferentes.
Encogidos Dóciles Salvajes
Abstractos en la curvatura abdominal

Cuando voy al trabajo pienso
en animales de carga
numerados
condicionados
recluidos en jaulas de 2 x 2
con las pupilas curiosamente opacas
y la carne lista para la faena.

Entonces recuerdo a mis padres
mis vecinos
mis compañeros de trabajo
y sus familias y sus jefes
y sus enfermedades laborales
porque los mismos sitios de tristeza
promueven la lucha y desintegración
de los mataderos.

Lo escribo sobre los muros y pienso en ti
Mi carencia
Mi cariño
Mi infancia
Mi ternura postergada por la responsabilidad

Yo sé que la adultez me llegó para sentirla

Camino y pienso
en las plazas infantiles
en el vapor de la respiración cuando llueve
en los animales del otro lado
y sus comidas
sus jaulas
sus hábitos recreacionales

Ellos no entienden
que nuestras esquinas son para rayarlas
y montar un improvisado espejo nacional
donde escupimos
orinamos
desechamos
la oferta comercializada en TV
y pedimos dignidad en la fabricación de nuestras casas.

Cuando voy al trabajo pienso en ti

en la alegría
el dolor y la rabia.

En las maneras de decirnos
en el barrial
y el aroma de las ferias libres

Cuando voy al trabajo pienso
en la historia nacional
con sus aullidos, fornicaciones y atentados
contra el número
la memoria
la nebulosa
y esa cordillera que nos marca los párpados.

No tengo otra forma de decirlo:
El mismo abrigo
las mismas manos
los bolsillos

(Nosotros nacimos con la piel dura
El sol nos quemó con su hoguera
dejándonos la mirada sensible)

Cuando voy al trabajo pienso
en esos niños que se las ingenian
para dejar que corra esta agua chilena
por sus casas
sus biografías
y sus cuerpos
A ver si así
la historia los valida
los resguarda
les pertenece.

Si pudiera nombrarlos
recordaría el líquido de mi Patria
inseminándoles el maltrato.

Cuando voy al trabajo pienso
en los niños bautizados por la periferia.
En sus caras surge
la conveniencia analfabeta de los héroes
y las cicatrices mojadas por el abandono.

Cuando voy al trabajo pienso en ti

y en la clandestinidad nocturna de las plazas públicas
en la nostalgia
la infinitud
y el deseo.

(Tanto desconocido
que jamás volveré a encontrar)

Cuando voy al trabajo pienso
en mi país y en la manera
de besarte los párpados.

jueves, 18 de marzo de 2010

Puro, Chile, es tu cielo azulado





... Un pájaro y otro ya no tiemblan...

(Luis Cernuda)






Escribir (porque) duele.






sábado, 13 de marzo de 2010

Malaria


Perdóneme si le digo Madre.
Es que aquí las noches.
Aquí no se puede con la garúa ni los vidrios ni las alucinaciones. Cuando usted ve pasar figuritas por los muros, yo me tapo los oídos y sonrío. Es la única manera de seguir diciéndonos naturalmente, como quien establece lazos con la muerte.
Aquí libramos batallas campales con las ratas, los embargos, los artefatos domésticos. Por eso nos introducimos alambres de púas y sangramos.
Perdóneme si le digo Madre y me permito amarla desde este cuerpo azotado por las ganas. Es que la preñez nos dejó con un sabor amargo y una rogativa a las santas estampadas en las paredes. Nuestros muros huelen a semen viejo, a carne derretida por el abandono.
Perdóneme si le digo Madre y le miro descaradamente la entrepierna. Déjeme creer que sus labios se abrieron para explotarme. Dígame que sus gemidos me perpetuaron una existencia de perra maldita. Yo me ocuparé de la burocracia y de ponerle otros nombres a estos juegos. Con estas camas tan próximas y el frío, no se culpe a los cuerpos ni a la carencia de recursos económicos.
Aquí apenas sobrevivimos con los verbos. La carne es cosa de cada cual. Las sábanas, los géneros, los tejidos. Cuando le bordo una heráldica en el pecho añoro sus bosquejos de vía láctea.
Perdóneme si le digo Madre y le hablo de la harina, el vértigo, la levadura.
Permítame sobarle las palabras y que las sílabas leuden entre sus vellos axilares. Todo es tan disperso, que me aferro al puntapié de su renuncia e insisto. Usted me bebe a contraluz, me aprieta despiadadamente contra esas voces que le urden los quejidos. Retoma la apariencia de animal hundido en la llaga y me lanza un cuerpo, un paréntesis sin significado aparente, que explota antes de mojarme los párpados.
Perdóneme si le digo Madre y rechazo la tibieza de su líquido seminal.

sábado, 9 de enero de 2010

(Sigo adherida a los labios de los peces)


Ella tiene miedo
de no saber nombrar lo que no existe.
Alejandra Pizarnik


Toda su circularidad subyace en las pequeñas muertes.

Cuando la tierra tiembla.
Cuando el cuerpo ha temblado y se sacude y menstrúa
animal aterrado estiletes de carne
como un orificio cerrado en sus zonas impuras.

Nada para cobijarse en el paraíso del que la exiliaron
Mueve sus brazos en la condena absoluta
El agua burbujea espumas de acero
Morada Medusa Salada

Muerta por inanición bajo el agujero materno
implorando somatizaciones
y perros mudos al costado de la herida.

Sus hombres no hablaron.
Sus hombres han sido cosidos
con hilos dorados que cruzan el ojal.
Tanto viaje y abundancia y carencia
entregados a la coagulación nocturna
porque ella.

La vestimenta adecuada la humedece
Entonces se anuda una tripa umbilical
y nace con doble circular al cuello
Le gusta mirarse libélula púrpura en el pubis materno.

Naufraga

Deja partir animales que cruzan la cordillera.

Si pudiera acuchillar con la pupila
Si por una leve significación la juntura sorbiera
su cuerpecito congelado
bastaría una leve palabra
para que los párpados se le llenaran de azúcar
y adoptara animales
para fusilar sus esperanzas.