lunes, 28 de febrero de 2011

.

Mírame escribirte.
Ven a leerme
a ver si acaso logras tildar
el recoveco que me muerde tu carencia.


Esta senda, compañera
esta senda habremos de recorrerla solas
porque nuestros animales fallecieron
después del pastoreo.
Usted los miró con sus ojitos púrpura mestizo
y yo les adiviné los lugares del corte.

No me importan las veredas
ni la lluvia
ni la cicatriz de su muñeca izquierda
porque en mis recuerdos usted hilvana
la humedad que me justifica las piernas.

(Por eso le escribí los poemas más bellos que jamás podría haberle escrito aunque en ellos narrara historias de fetos abortados por casualidad y usted me mirara con dolor cuando le dije que en sus entrañas jamás podría dar a luz)

Ahora en la huida
le miro la entrepierna
y admito la imposibilidad de decir
que quiero tocarle el lóbulo
aunque eso signifique agazaparme
en un borde de la insinuación
y comer de usted
pedacitos de su endometrio
como intentos fallidos del olvido.

Por ahora le pido un poquito de paciencia.
Déjeme saberla etílica, derrotada y silenciosa.
Yo la acompañaré en esta fauna
para morderla repetirla y escribir
nuestros nombres de animales
mermados por la sequía.

Y tú,



Soy fatal

en tu cama

nevada.

Sílex


El viento agita las palabras remeciendo sus puntos de fuga. Una palabra es un recorrido de letras que inicialmente no se conocen, pero luego entran en contacto para enamorarse y dolerse hasta el extremo de sus tildes.

Todo lo que digo mueve a esos cuerpos que me habitan, y construyo redes con sus hilos imaginarios.

Escribir es como quererse: las letras se alzan en el temblor de su carne para decir algo sobre alguien; una imprecisión tallada en el borde de una superficie salada. La palabra arde sobre la herida. Su presencia marca una costra cuya cicatriz es parte de la memoria.

(Cuando una palabra dice, el cuerpo se mueve y la escritura es agua)

Preámbulo al corpus hablado


El relieve
El escapismo brillante de tus filos

Sigo aquí
para cuando quieras volver
y decirme que el sueño es tibio

Como la sangre
que remece
tus jardines.


Rómulo es mago

Sus barcos parten

Él observa plácidamente
lamiéndose las patas
sobre la bahía.