lunes, 26 de abril de 2010


El silencio
es un dolor
mío.

miércoles, 21 de abril de 2010



Admítelo Bob:
estamos listos
para la faena.




*humorada de 3:15 a.m; después de leer y leer y leer y pensar en leer y en resumir las concordancias temáticas, identitarias, narrativas, etc. entre Cien Años de Soledad, Pedro Páramo y
El Lugar sin límites.

Misia Blanca elige en un platillo un terrón de azúcar tostada para su tisana. Uno para ella, otro para la Moniquita y otro para ti, Panchito, tiene un trozo de hoja de cedrón pegada, le da un gusto especial, gusto a Misia Blanca, bueno, váyanse a jugar al jardín y no la pierdas de vista, Pancho, que eres más grande y la tienes que cuidar. Y las hortensias descomunales allá en el fondo de la sombra, junto a la acequia de ladrillos aterciopelados de musgo él papá y ella mamá de las muñecas, hasta que los chiquillos nos pillan jugando con el catrecito, yo arrullando a la muñeca en mis brazos porque la Moniquita dice que así lo hacen los papás y los chiquillos se ríen –marica, marica, jugando a las muñecas como las mujeres-, no quiero volver nunca más pero me obligan porque me dan de comer y me visten pero yo prefiero pasar hambre y espío desde el cerco de ligustros porque quisiera ir de nuevo pero no quiero que me digan que soy el novio de la hija del patrón, y marica, marica por lo de las muñecas.


José Donoso.
El Lugar sin límites.

domingo, 18 de abril de 2010





Querido Padre:

Déjame el cuerpo de los peces para buscarles un nombre, para darles un atributo gentil y despedirlos como tu Dios manda: en ceremonias y réplicas que nos permitan devorarlos.

De tanto reproducirlos han entrado en nuestras casas, con su hedor y su peste.

La epidemia de tu movimiento sembró el terror a la muerte y nos aferramos a la marca del abandono.

Estas algas no estaban contempladas en el escudo nacional, ni los animales, las astillas, las recomendaciones. Por eso lloramos y gritamos e intentamos buscarte en estas vistas aéreas desde el cielo.

Dicen que la atmósfera cubre tu cuerpecito de Patria, Padre querido, aunque te busco sin saber qué decir, cómo llamarte, de qué manera explicar tu bosquejo de hilachita insignificante en la cartografía de mi cariño y decir, nuevamente decir que tu presencia me esterilizó hasta vaciarme los párpados.

Dentro de tu corporidad me fui hundiendo como quien escarba en la llaga para beber la sangre de los primeros sacrificios. Tú me sacudiste el cuerpo como quien se desprende de una esquirla demasiado profunda y procuraste mantenerme alejada de tu rabia.

Yo no sé qué hicimos, Padre, para clavarte la bandera en los labios. Esa noche brillaban tantas estrellas juntas, que casi las podíamos tocar. Quizás por eso te sentiste ofendido y viniste a arrebatarnos el sueño de los niños y el quejido de los que a esa hora fornicaban bajo tus manos.

(En el Sur tengo un léxico que flota sin saber decirte, porque he perdido el habla y la tierra me hace brotar pedazos de palabras indecentes)

Será que te aburrimos con nuestra desobediencia y tú decidiste ordenar la casa, traernos el agua, devolver la tierra a sus raíces quebrándonos todo artefacto material.

Anoche, Padre, nos trajiste el agua para ahogarnos, para hacernos naufragar con nuestros cabellos de trapo, porque ahora eres tú el que arroja los cuerpos al mar y los militares regresan a las calles.

Querido Padre:

Ya no reconozco tu fractura.

Mis hermanos tienen hambre de tu costra, pero sangran al momento de morderte. Es tu ingle, tu falange o el orificio de tu boca el que vuelve a agrietarnos con su ferocidad.

Te miro y pienso en mis cartografías sobre el abandono. Entonces recuerdo cuando el asesino es un fantasma que ha engendrado todos los demonios.

Ese día comenzaste a dolerme con tu médula rojiza en mitad de la intemperie y yo me separé de ti, porque estábamos predestinados al incesto.

Mi madre escapó con la promesa de vengarnos, pero tú nos tomaste por sorpresa justo al momento en que gritábamos tu culpa.

Si te digo todo esto es porque los orificios se me olvidan y de tanto repetirlos llego a creer en su malignidad.

De tanto mirarte en nuestro álbum familiar he borrado los abrazos, las sonrisas, tu lengua metida en mis labios, porque mi boca, Padre, es una herida que te lame sin decirte.

Por eso en la víspera me quedo agazapada en el movimiento de tus huesos, esperando que un día regreses por nosotros y de una vez por todas, tengas el valor para devorarnos.



Acotar el cuerpo en la palabra
Reducir la lectura a imprecaciones de piel
El verbo es morbo en la orfandad de las obsidianas
Su significado arde en las vértebras de lo salvaje.


jueves, 15 de abril de 2010



Nostalgia de premura y de lágrima.

jueves, 8 de abril de 2010

Sus primeros trazos...



En febrero de este año, me invitaron a participar junto a otros porfesionales, como monitora de un taller de literatura en el marco del programa "Creando Chile en mi Barrio".

El desafío era enorme, pues jamás me había desempeñado en una actividad similar, y temía no contar con los alumnos, o ser incapaz de entregarles las armas motivacionales necesarias para emprender el viaje.

A pesar del miedo, aventuré a desplazarme hacia el norte (Ovalle, IV Región), para trabajar durante una semana con personas en riesgo social, prometiéndome entregarles la escritura como un juego lleno de colores que les permitiera aumentar su autoestima y fortalecer sus virtudes.

En medio del desconocimiento y de una actitud quizás arrogante, antes de conocerlos planifiqué actividades relacionadas incluso con la teoría literaria, pasando a llevar sus verdaderas inquietudes.

Desde la primera clase comprendí que las sesiones debían ajustarse a los sueños que el contexto les había negado, para acercarme a sus verdaderas emociones. Entonces, dibujamos con palabras y fuimos develándonos ante los demás en una intemperie que no nos doliera tanto.

Cuantitativamente, fueron 9 los alumnos que sagradamente concluyeron a la sede social a escribir sus latencias. Dos de ellos (Angelina y Oscar) a pesar de su discapacidad intelectual estuvieron dispuestos a compartir un pedacito de sus letras con nosotros, entregándose a mis exigencias: "aquí todos escriben. No hay ninguno que tenga las manos cortadas, y si es así, me dictan y les escribo yo"...

El resto: niños, madres, abuelas, temerosos de enfrentar la página en blanco, poco a poco fueron contándonos quiénes eran, constituyendo uno de los talleres más emorivos del grupo, no sólo por sus historias de vida, sino por el esfuerzo que día a día dedicaban a la escritura. (Muchos de ellos poseían bajos niveles de escolaridad, aunque procuraban esforzarse al máximo)

La última clase, cuando les pedí que escribieran una carta a alguien significativo contándole sobre sus sueños, me sobrecogió escucharlos leer en voz alta: ser cantante de rock, que sus nietos accedieran a la universidad, estudiar medicina veterinaria, aprender a bailar, trabajar en un almacén de dulces y ver crecer a la hija enferma, agradeciendo a dios haberle prolongado la vida más allá de lo que la ciencia en su momento estipuló.

Después de emocionarnos en conjunto, de abrazarnos y darnos las gracias, no sólo volví con una tremenda satisfacción, sino con la necesidad de replicar la experiencia en todos los lugares posibles.

Para mí, se convirtió en una búsqueda. Fue tanto el cariño que recibí durante mi estancia, que necesito devolver la mano, afiatar los lazos, continuar una voz que genere cariños entre los vecinos, los familiares, los amigos.

En sus caligrafías hermosas y poco experimentadas releo actitudes y cariños esperanzadores. Gestos mímimos y enormes. Caricias, frutas, dibujos, colores. Veo su paciencia, su lucha, sus invitaciones a la hora del té, con lo mínimo, que de grande se vuelve absoluto.

miércoles, 7 de abril de 2010




En tus alas mis apóstrofes de lavanda.

martes, 6 de abril de 2010



Con el advenimiento de la calma, mis heridas vuelven a florecer.

lunes, 5 de abril de 2010

No tengo otra forma de decirlo:


Cuando voy al trabajo pienso en ti


Mi Madre
Mi Hija
Mi República

Mi pedacito de piel entumecida
Mi bosquejo gatuno de invierno

Ese par de calcetines rotos
Ese tilde
Esas faltas de ortografìa
El impétigo de los liceos numerados
con su insignia puntiaguda como la estrella nacional

En tanta vértebra
caricia
y prohibición
tatuadas en el inicio de la consigna

Cuando voy al trabajo pienso en ti

Y lo escribo con rojo sobre los muros

Las mismas bufandas que nos aíslan del frío
semejan sogas para colgarnos de los árboles
Cuando nieva
cuando jugamos a ser animales extintos
y simulamos hacernos diferentes.
Encogidos Dóciles Salvajes
Abstractos en la curvatura abdominal

Cuando voy al trabajo pienso
en animales de carga
numerados
condicionados
recluidos en jaulas de 2 x 2
con las pupilas curiosamente opacas
y la carne lista para la faena.

Entonces recuerdo a mis padres
mis vecinos
mis compañeros de trabajo
y sus familias y sus jefes
y sus enfermedades laborales
porque los mismos sitios de tristeza
promueven la lucha y desintegración
de los mataderos.

Lo escribo sobre los muros y pienso en ti
Mi carencia
Mi cariño
Mi infancia
Mi ternura postergada por la responsabilidad

Yo sé que la adultez me llegó para sentirla

Camino y pienso
en las plazas infantiles
en el vapor de la respiración cuando llueve
en los animales del otro lado
y sus comidas
sus jaulas
sus hábitos recreacionales

Ellos no entienden
que nuestras esquinas son para rayarlas
y montar un improvisado espejo nacional
donde escupimos
orinamos
desechamos
la oferta comercializada en TV
y pedimos dignidad en la fabricación de nuestras casas.

Cuando voy al trabajo pienso en ti

en la alegría
el dolor y la rabia.

En las maneras de decirnos
en el barrial
y el aroma de las ferias libres

Cuando voy al trabajo pienso
en la historia nacional
con sus aullidos, fornicaciones y atentados
contra el número
la memoria
la nebulosa
y esa cordillera que nos marca los párpados.

No tengo otra forma de decirlo:
El mismo abrigo
las mismas manos
los bolsillos

(Nosotros nacimos con la piel dura
El sol nos quemó con su hoguera
dejándonos la mirada sensible)

Cuando voy al trabajo pienso
en esos niños que se las ingenian
para dejar que corra esta agua chilena
por sus casas
sus biografías
y sus cuerpos
A ver si así
la historia los valida
los resguarda
les pertenece.

Si pudiera nombrarlos
recordaría el líquido de mi Patria
inseminándoles el maltrato.

Cuando voy al trabajo pienso
en los niños bautizados por la periferia.
En sus caras surge
la conveniencia analfabeta de los héroes
y las cicatrices mojadas por el abandono.

Cuando voy al trabajo pienso en ti

y en la clandestinidad nocturna de las plazas públicas
en la nostalgia
la infinitud
y el deseo.

(Tanto desconocido
que jamás volveré a encontrar)

Cuando voy al trabajo pienso
en mi país y en la manera
de besarte los párpados.