domingo, 28 de septiembre de 2008

Cuando seamos, seremos una posibilidad palpable


Cuando seamos grandes escribiremos poemas de Dylan Thomas bajo los párpados de aquellos animales que inseminan la noche bajo las estrellas. Sabremos decir que no, acompasados en el vértigo de la vía láctea; y el beso que te daré tendrá el sabor de la epopeya visible a través de tu inconsciencia.
Cuando seamos grandes memorizaremos las fechas importantes sin saludarnos con antelación, sino atrasados y deformes, recriminándonos el olvido sin palabras agudas ni graves ni esdrújulas. Mencionaremos el verbo como un cuerpo otro, modificable a través de nuestra observación, pues la realidad es un animalito enfermo; como la vida o la poesía o el tránsito de la lluvia en tu ventana y esa cicatriz que te dividió imaginariamente el agujero del apéndice.
Cuando seamos grandes ya no tendré miedo, pues habremos vencido la nostalgia después de leer inacabadamente a Lewis Carrol, coloreando a Alicia en nuestras palmas de las manos.
Sobrevolaremos los pliegues de las palabras, armando en su conjunto el trabalenguas del deseo.
Cuando seamos grandes nos desnudaremos frente al espejo y copularemos bajo una sábana recién lavada tras la fisura de la segunda mancha.
Abriremos una nueva secuencia de apariciones deslizándonos como resbalosos caracolitos del vocabulario.
Cuando seamos grandes toda conquista será derrota, y tú me dirás que el fuego enciende el laberinto de los astros. Yo te miraré con mi pupila cromada, certera en tu ingle como un golpe de bala.
Sacrificaremos la esquina de la contradicción, ahuyentando al cadáver de los gestos.
Cuando seamos grandes, tú te encenderás encima mío y yo naufragaré sobre ti como en un ritual de ciegos.
Diluiremos el enfado y esta distancia de cuerpo a cuerpo dejará de ser la geografía accidental que en el atlas nos separa.
Cuando seamos grandes simplemente dejaremos de ser, borrando todo vestigio del nombre.
Cuando seamos grandes, cuando seamos grandes.
Cuando seamos.

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