domingo, 29 de mayo de 2011

Fagocitosis


Los animales me invocan. Los animales me tientan con consumar el sangramiento de mi pelaje. Los animales me dibujan figuras con las garras. Entonces les muerdo las manos y comienzo a escribir con el cuerpo. El cuerpo es tu conquista. El cuerpo es la señalética que los animales persiguen. Por eso aún tibia les remuerdo la conciencia. Giro alrededor de sus laceraciones. Palabreo mientras jadean. Me incorporo en su anclaje. Ardo de verlos lascivos y mojados. Mi cuerpo los persigue los retuerce los mutila.

Tú invocas a los animales. Los llamas por su nombre. Un animal es un asesino selectivo. Un animal conoce la adrenalina la transpiración la saliva de sus víctimas. Por eso ataca por la espalda. Poe eso muerde y espera pacientemente el destilado de la carne. Al animal le gustan los hedores de la muerte. Busca incendios donde tejimos los cariños. Y nosotros. A nosotros no nos que da más que guardarnos o mutilarnos o fugarnos o amar con los dientes las pupilas la rabia la matriz.

Nosotros invocamos a los animales. Los animales buscan lamer el lagrimal. A los animales los define la escasez de lo salado. Los animales tajean la carne. Lamen la entrepierna. Bosquejan la abertura. Tiemblan manosean miran. (Pedacitos de coirón les fueron dados para amenazarnos).

Los animales arman alfabetos con jaurías. (Una jauría es un deseo trasquilado en la mitad). Los animales muestran las encías. Llevan en sus colmillos la fisura de la historia.

Una leva brillante nos condujo al paraíso.

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