Entonces las calles corearon al unísono. Mi abuelo y mi madre se miraron con desazón y yo no entendí por qué no les gustaban los colores del arcoiris.
Cuando el dictador entregó el mando, mi abuela bebió cabizbaja su té y yo partí a colorear dibujos al fondo del patio.
(Ese día supe que debía asesinar a mi familia)
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