lunes, 11 de agosto de 2008

Día uno


El amor es un personaje anónimo cercando las paredes del exilio; y tu miedo, y el placer inagotable de las noches desnudas.

Yo prefiero el chocolate.

Tú nombraste a Lynch y te respondí con jazz, adelantándome a la paráfrasis del cuerpo y el movimiento que antecede a la figura y el fondo.

Esta extrañeza del medio sugiere habitarnos como parodia del tiempo.

Cuando me hablas, cuando me muestras un pedazo del mundo debo darme por saldada, como si las necesidades fueran inmediatamente satisfechas en la medida en que fingimos acariciarnos bajo un neón a medio oscurecer.

Lo haremos a tu modo: La vida no es más que un tiempo vencido; antelación a la fisura de la muerte.

Dime, habla, nómbrame paisajes adecuados para estirar esta facción del rock.

Yo prefiero el chocolate, y no creo en el amor como condición para quedarnos callados.

A veces me faltan las palabras. Tú te burlas de mis faltas de ortografía y yo te respondo "asintiendo" con C o quitándole la H al hastío.

Jamás me he ocultado de nadie. ¿Qué hay de malo en esto que estamos haciendo? A ver... ¿quién soy yo? ¿Un personaje más de tus textos?

Decir es demasiado.

Nadie supo de mañana. Mañana podríamos estar muertos o bien acabársenos el mundo.

Esa cicatriz es la entrega para terceras personas cuya retribución no se condice con tu sacrificio.

Sólo quiero verte y decir...

Es tarde.

Alguien debe apagar la luz.

Besos escritos.


En tu lado del mundo, mi rebeldía.

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