miércoles, 25 de noviembre de 2009

Algo así como un "diálogo" con Ernesto Cardenal (guardando las proporciones, claro)


La segunda ley de la termodinámica es
que la estrella es un fenómeno pasajero.

Para todos los astros y todas las vidas existe una muerte condensada en esos millares de cristalinos que colorean el ojo de los ciervos. Porque los ciervos serán comidos por manadas de leones cuyos restos descansarán sobre la tierra para que animales microscópicos se alimenten de ellos y regresen al ciervo y al león al centro de la tierra. Un cuerpo no es un cuerpo sino una cadena de acontecimientos que suceden (in)justificados en su magma.

La segunda ley de la termodinámica predice
que sólo puede haber un final del universo:
morir de frío.


Una estrella late hasta que su luz poco a poco le apaga la lengua. Posterior al derretimiento de los glaciares, nevarán sangrías fosilizadas y todos diremos que sí, que éramos tan tristes y que nos gustaría temblar de hambre y sacrificio. La vida es una miniatura de manos multiformes. Religión, humanismo y ciencia disgregan sus verdades y las ponen a dialogar.

(...)

Hoyos negros, hoyos negros, hoyos negros
de donde la luz ya no vuelve,
ni los astronautas.

(Estuve nueve meses nadando, sin conocer el significado de las palabras. Cuando mi madre dio a luz comprendí que la poesía no me daría respuestas. He pasado 28 años tratando de escribir el texto más hermoso de mi vida y sin embargo lleno papeles que cruzan el purgatorio). Mis hijos serán astronautas jugando a poner banderas en mi corión. El vientre es la tierra que huye de los nombres. Estamos invadidos por cáscaras que envuelven púrpuras viscosos. En la luna y en mi vientre hay agua donde flotan astronautas.

Astrofísica triste del amante solitario en la noche.

Canibalismo galaxial. Un astronauta es una célula moviéndose desesperadamente sobre un cuerpo inmaculado. Espermatozoides fecundan las estrías del cielo.

(...)

Los metales de nuestro cuerpo
-suaves cuerpos con metales-
como sabemos, son de estrellas.

Explosión inicial del padre; Big Ben generador de la (in)conciencia. La garganta de Frida. La columna de Frida en horizontal. Frida traspasada por el tren. Una y otra unidas por el cordis, la tijera y el revoloteo de las mariposas. Todas fuimos Frida Kahlo en ese cuerpo metálico que reblandece al estímulo del tacto para volver a endurecerse a la hora de las estrellas.

Nuestros suaves cuerpos con metales
nacidos de hoyos negros y del olvido.

Los agujeros de mis pieles son tres, aunque presente, pasado y futuro pertenezcan al mismo recodo estacional. (Vivir es un fluir temporal de lo eternamente junto/ donde el pasado no ha pasado y el porvenir se fue). Si digo vértebra estoy nombrando al mundo. Si pienso en el nombre de mi país puedo escribirlo en el borde de los árboles porque el cuerpo, la nostalgia y el recoveco desembocan en el paréntesis de las aguas. Los fluidos corporales alternan diademas con el cielo.

Un Dios que es amor no puede ser estático
ni completo.

El hipocampo macho alumbra a sus crías. Se le abre un canal en el vientre. El cuerpo del padre se contrae. Los recién nacidos se aferran a los líquenes. Mueven el hocico y sus ojitos de mosaico. No sabemos nada de lo soñado en esas cuevas/ Pero en esas cuevas están nuestros sueños. Amapolas. Ellas revolotean en la primavera de aquí para llover otoños en la ladera de allá. Hay álamos enviando pelusas a los colibríes. Lo que esas pelusas dicen es un susurro inaudible para el entendimiento humano. Ése es Dios sonriendo en la oscuridad.

(...)

Escritos todos con el mismo lenguaje y el mismo alfabeto.

La metamorfosis de cada vida; el crecimiento de las uñas de los pies. Los animales gastan o afilan sus garras sobre las cortezas de los árboles. Marcan el territorio con orina. Permanecen el tiempo necesario y luego vuelven. Es decir, van desapegándose, porque de algún modo saben que la existencia es eterna.

En los lodazales de la tierra el cosmos se hizo vivo.

(Aquí germina una flor del loto)

El ojo se perfecciona
hasta que el feto va a salir
sin agua de mar no podemos ver
y nos mojamos los ojos con los párpados
sin que haya oscuridad al parpadear.

En esa vida de agua dejamos las escamas para vestirnos de metal. Porque los peces son fragmentos de esquirlas y de estrellas. Duermen sin cerrar los ojos y viven desconociendo que carecen de pestañas. A mí el cristalino me lo hicieron para que toda la arena del mar pudiera sumergirme más allá de los puntos cardinales. Entonces ví que de sus castillos llovían ventanas invisibles.

Los reptiles no sueñan, se dice,
sólo aves y mamíferos,
pero viven como en un sueño.
Y cuando soñamos reviven en nosotros
nuestros antepasados reptiles.

Océano de sangres calientes y heladas. Cuenta la leyenda que el espíritu sale a soñar y las cabelleras deben ser quemadas, porque de lo contrario, continúan vivas en la orilla de la playa. Esos antepasados sonríen con su mirada reptil mientras los acariciamos como un montículo de nieve petrificada. Ellos conocen el significado de nuestros nombres y procuran marcar nuestras huellas bajo el agua.

Lo que hay fuera de nosotros es fantasmagórico.
La realidad es organizada en nuestra mente.

Adquirí esta imagen de acuerdo a mi latencia. Es como decir que tú eres yo y que nuestras raíces nos conectan, aunque el ego suene a certeza difusa. (Morir es entrar en Dios./ Cuando Dios ya no es otro sino vos/ Vos sos Dios). La versatilidad de sus nombres viene a equipararse al destello de la nada. Por absoluto, escapa al dominio racional transformando lo cotidiano a partir del silencio. Su estallido produce efectos en el mundo. Estamos sin estar, habitamos un cuerpo que cuando dormimos nos deshace.

La manzana está en la mesa y en la mente.
¿Y la mujer que parte la manzana?

Todas las hembras que nos destejieron manipulan los alimentos y desmigajan el pan. Después de tentar la desnudez del padre, narraron historias para avivar el fuego. Nosotros nacimos con cabello y con escamas. Lentamente nos pusimos de pie y celebramos un pacto con su hebra inicial.

La teoría de que la materia sólida se disuelve
en excitaciones de invisibles campos de energía
y ya no hay distinción entre substancia material
y vacío (esto es, espacio aparentemente vacío)

En el regocijo de los cuerpos, los peces saltan al firmamento. Transparentan sus aletas. Devienen semilla. Sorben la pulpa, el tallo, la tierra, el pelillo, la nervadura, los estambres, la abeja, el viento, el pétalo, las estrellas. (El árbol podría crecer indefinidamente/ Pero prefirió dar semillas).

Cuando no tengas respuesta, mira las estrellas,
(las estrellas no están en tu retina)
no es que respondan. También ellas preguntan
mirándonos a nosotros, habitantes de una estrella.
La respuesta seremos todos, ellas y nosotros,
porque somos todos la tristeza.


No se sabe si Newton, el Génesis o la manzana, ni lo que los padres recuerdan cuando nos expulsan a sus adentros. La esencia de la vida está en la pregunta. Sabemos tanta verdad innombrada que su desnudez nos vela los labios. Iluminarse para oscurecer el alfabeto. Adivinar las iluminaciones con el tacto. Tocar un cabello que trenza colas de caballos salvajes.

Dos plataformas rigurosamente separadas,
una para los hombres desnudos asoleándose,
en otra las mujeres desnudas
y sólo los niños nadando escondidos podían verlas
sacando del agua las cabecitas como peces,
aunque los peces están también desnudos y no les da vergüenza:
por qué la desnudez dio “vergüenza”
no hay teólogo ni científico que lo explique.

Alguien con su carne tienta la invisibilidad de sus apariciones. Los cuerpos titilan como estrellas respirando desde sus branquias. La tarde lleva un corpus, pero no se ve. Porque la tarde se ha deshecho de sus ropajes. Toda sustancia se viste para sacarse tibiamente la cáscara. La cebolla se desviste para hacer llorar.

La mujer único mamífero con mamas permanentes,
y única hembra con orgasmo y en celo todo el año.
Para que hubiera en esas cuevas un amor permanente
.

Por el mismo canal que me parieron, sangro palabras y trocitos de carne que conjugan todos los amores posibles. En este punto, me dejo tentar por la advertencia y sucumbo resbalosa a la otredad de los agujeros. Miles de galaxias forman estos peces que colonizan mi piel. Mis hijos, astronautas son.

El único animal que llora cuando nace.

Después de alunizar en la hembra cuya sangre retuvo para establecer un pequeño firmamento. Después de dividirse, y tibio en su formación originaria, el pececito se conjugó como uno en su centro. Mitad concreta de la pareja esencial; lleno/vacío aparataje de células. El vientre es un hoyo negro de estrellas blancas que giran dilatando el cérvix. Es la unión con Dios ya sin religión.

Y en barro húmedo en las húmedas cuevas
en mucha abundancia: la Mujer
Una armonía de curvas y redondeces.
Redondeces de los muslos y las nalgas y el abdomen.
Entre los muslos está el triángulo.

(…)

La Caverna es la Madre.
La vulva de nuestra sagrada Madre Tierra.
Tierra de adonde venimos y adonde volvemos.

Para eso las estrellas: urdir galaxias las madres. Tejer una voz umbilical. El aire en las cavernas incita a replegarse a favor de un pétalo. Antes de las palabras escuché risas. Pensé que serían mis padres pero era Dios. Porque Dios se sintió complacido y me invitó a lamerle la pulpa a la vida. Me habló del dolor y las estrellas. Entonces accedí, generando un solsticio en un cuerpo parecido a la penumbra de un pez.

1 comentario:

Felipe Smides dijo...

guardar proporciones.
matemática pura de tierra y fuego.

hay un baúl oscuro que cuando lo abro me cuenta que la Luna te rige las normas que te desbordan. No sabía bien por qué me rige Mercurio, ahora creo que el magma que aflora las mañanas son millares de astronautas que se posan en un orgasmo justo en la corteza lunar. Hay momentos en que me gustaría saber si las naves espaciales o mis manos sin guante provocan temblores en tus cráteres que sangran, que un grito o un gemido me succione el oído como haciéndolo alimento de agujeros negros. Tengo ganas de pintar una película entrelazando nuestras lenguas hasta deformar el celuloide. Sí, siento que a veces acá también llueven asteroides en el vientre como imitando a un hipocampo. Y nos duele un poco la primera vez que no lo compartimos.
La ambiguedad de los cuerpos está dada por el grado de exaltación, si el universo es un Dios, nos movemos uno arriba del otro rozándonos con besos y penetrándonos rompecabezas del paraíso para ir y volver ir y volver. Qué es el amor, sino un libro abierto a la imaginación que le quitan hojas y faltan palabras... la lejanía es un acercamiento distinto que nos sonroja. A fin de cuentas, el sistema solar es sólo una parte de la evolución y volveremos a chocar y así nuevamente se forman las estrellas, algunas como caracoles y ballenas bailando un geíser de entrepierna.