sábado, 21 de noviembre de 2009

El fragmento de un ensayo


La guerra late. Amparados en la adoración al Sol, los nahuas defienden el rito promoviendo el enfrentamiento no para someter a otros pueblos, sino para ofrecer a las víctimas en sacrificio. Sangrar desde la herida para que el astro aparezca. Cortarse los brazos, las piernas, las manos. Sacarle el corazón a la alteridad. Caliente. Aún latiendo.

Entonces, el lugar donde se posan las águilas para detener o comenzar el vuelo arde con sus murallas invencibles porque en ella está puesta la mano de Huitxilopochtli, el dios principal. Se entrega el cuerpo. Presas de un determinismo bendito, los hombres nacen para morir en la guerra. El orgullo está en juego cada vez que su escudo baja. El enfrentamiento no está exento de pasión. Dios se complace con el inicio de la batalla.

Aquí nadie teme a la muerte en la guerra.
Ésta es nuestra gloria.
Éste es nuestro mandato.
(...)
¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlán?
¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo?
(...)
¡No temas corazón mío!
En medio de la llanura,
mi corazón quiere
la muerte a filo de obsidiana.
Sólo esto quiere mi corazón:
la muerte en la guerra.

1 comentario:

La paciente nº 24 dijo...

Me gusta la palabra fragmento y su densidad sobre las manos. Es como el eco de toda batalla.