domingo, 12 de febrero de 2012

El caserío femenino guarda hilos de vocesroces que tejemos con la mirada, la espera, la historia materna fijada en el cérvix. Nacimos y vislumbramos una serie de acontecimientos que nos fijaron para siempre en la latencia de la otra. Así, no es de extrañar que cuando dos mujeres comparten el mismo espacio familiar, no sólo se transmiten palabras tejidos o pensamientos, sino que incluso menstrúan a la vez, como prueba de que la sangre les escribe la existencia.

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