domingo, 12 de febrero de 2012


Saturno, como hijo único, juega solo sobre su colchoneta burdeo. A veces lanza quejidos. Otras, se retuerce sobre su espalda; rasca la esponja, intenta sacarse el collar y muestra sus colmillos blancos. Tiene las encías rosadas, el paladar blando y una lengua enorme que lame el pasto en busca de agua. A veces se queda quieto observando pequeños bichos que van y vienen desde su casa al plato, y en la quietud de la tarde se echa a dormir sobre las piedras que nos cubren el suelo. Saturno sueña. El sueño de los perros está permitido siempre y cuando sus amos se tranquilicen y puedan observar las distintas maneras en que los caninos se ovillan siempre a la espera de algo, como si el tiempo los fuera a vivir antes de realizarse y estuviera condenado a desaparecer entre las puntas de su pelaje.

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