miércoles, 8 de abril de 2009

(Arácnida)


Nada hace pensar que teje. Esconde los hilos debajo del brazo. Va moviendo levemente las manos como si sus yemas alcanzaran jeroglíficos de Magnolia. Si no sonriera, si no ejecutara un rictus facial característico, nadie advertiría que al tejer escribe y al escribir se enamora de los acentos de sus personajes. En cada paráfrasis, en cada movimiento imperceptible de su ficción añora urdir el fuego con que la noche renace de un puñado de cenizas y escribir. Tejer como característica insaciable del hilo. Hilo dorado; palabra escrita. Recorrido guirnalda pelusa. Hilo/cuerpo enhebrado en mitad de la página. Un diálogo y un crujir de palillos; las madejas cediendo en un propio flirteo bajo el brazo. Pelos hebras; cuerpo lúdico, característica simbólica de algún revés. Ella teje. Ella dice que teje y da vuelta la hebra para coronar la sangría. Sujeto animado, el hilo. Nadie escucha que urde que escribe que tilda que palpa. Aunque ella gritara, nada hace pensar que teje, excepto por el rictus facial y ese texto pinchando el borde de sus uñas.

1 comentario:

felipe smides dijo...

(deliciosos ocho pies,
imperfectos al temblar)