lunes, 28 de marzo de 2011

Eugenesia


Cuando niña, mi madre me explicó que de grande tendría una herida, que sangraría todos los meses, que dolería de vez en cuando, que podría tener hijos, pero que no había razones para el sufrimiento. Entonces fui eliminando trocitos de carne como fetos abortados por casualidad. Ella gemía ante mi exceso de sinceridad y yo urdía pretextos para hacer que la sangre me llegara por los bordes. Sangrar es como escribir. El cuerpo se tuerce en un ademán irreprochable. Las venas subvierten la caligrafía y el texto es producto de una vacuidad necesaria para llenarse. La mancha colorea la página en blanco para decir desde la herida de su páramo y yo. Yo advierto el temblor de mi madre que me besa para agotarme. Toda ella absuelta en un recoveco original que la dice hasta el punto de extrañarla.

Un cuerpo es un trazo impredecible. Todo nacimiento azaroso pudre el revés con imprecaciones de hoja. La página, el rasguño y la piel. El pedacito de endometrio que me falta para llenar estas paredes en blanco. Mis hijos. Mis hijos sus vértebras sus bracitos impuros. Mis letras en la página de su dolor. Yo gimiéndoles la noche más agotadora de su vida. Ellos encima y debajo de mí rozándonos apenas los labios. Como mi madre. Como la madre de su madre. La hija parida a medias entre ultrajes y apariencias concatenadas por la dermis. Ellos me dicen. Ellos repiten nombres y yo no hago más que sangrar. Qué más podría hacer en una nostalgia acechada por los pájaros. Ellos me picotean el pubis. Insisten en leer las letras agotadoras de su nacimiento. Porque mis hijos y mis letras son pájaros.

Cuando niña mi madre me dijo. Mi madre me pasó un pañito blanco y me dijo que con eso me cubriera las piernas. Me dijo que no las abriera por nada del mundo. Que las niñas con las piernas abiertas se portan mal, y en vez de hijos paren palabras. Por eso las aborté antes de decirlas: para que mi madre no se enojara ni dejara de besarme y acariciarme y hablarme. y decirme que me quería. Porque el silencio es el peor castigo que una madre puede dejar caer, así, como mancha roja, oscura, pegoteada en los bordes casi como por casualidad.

2 comentarios:

precaria dijo...

Me encanto tu texto!

Complicidad del Roce dijo...

muchísimas gracias.

te pareces a alguien, sabes?