viernes, 22 de mayo de 2009

10 de mayo de 2009


Antes de salir, te llamó la tía Vicky. Le conté, a grosso modo lo del papá de la tía Karin. Sólo me dijo que Dios la amaba, y yo no dejaba de pensar en la Ros. También me comprometí con ella para que te comuniques a la noche, suponiendo que llegas a las 6.

Ojalá el metro no haya ido muy lleno. La gente anda loca por el Día de la Madre. Tú sabes que lo que más me preocupa es que alcances a sentarte.

En el refri quedaron guardados dos croissant de los que trajo la Caro Espinosa. Quería sacarles fotos, pero dudo que alcance. Si quieres comértelos, dale. No hace falta que te cuente que no me agrada demasiado lo dulce.

Me da pena que mañana no vayamos a almorzar, pero entiendo que el velorio fue un acontecimiento imprevisto. ¿Te fijas cómo la vida nos rompe los esquemas? Yo sé que con esto te has puesto a pensar en el abuelo y en el pavor que te produce la muerte. No quiero contarte que yo también lo recordé, como una tirada del Tarot en donde consecutivamente aparecen El Emperador y La Muerte. Pero he decidido no decirte nada, y tratar de transmitirte la paz que invento dibujando gatitos en forma de ocho.

Me gustaría decirte dónde voy, pero prefiero mantenerme al margen. Cualquier cosa, me llamas al cel. Tú tienes el número, ¿no? Yo todavía no lo aprendo de memoria.

Prometo cuidarme.

Almuerza mañana, ¿sí?

Te quiero mucho.

Besitos.

Caro.

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