martes, 26 de mayo de 2009

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Ya desde su nervadura de animal invertebrado
se dejaba brotar en la honradez de su paréntesis.

Abría y cerraba las hojas del día
Imprimía sellos en la humedad de los cuerpos.

Ellos sin dudar
convertían marejadas en abrazos;
minuciosos trayectos de escamas
parábolas dispuestas antojadizamente
sobre la escarcha de todo amuleto posible.

La lluvia.
Esa bendita lluvia
y la noche que les abría sus dobleces
bajo los párpados.


Fotografía: Felipe Smides
www.flickr.com/photos/felipesmides

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