domingo, 15 de marzo de 2009

De Rojo


Madre de hermanos Rojo será formalizada por parricidio y parricidio frustrado
Jeanette Hernández fue detenida anoche. Tras ser interrogada, la mujer no reconoce su participación en el homicidio. Fuente: latercera.com. 22/01/2009.

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Según versiones extraoficiales, los resultados de los análisis arrojaron una esquizofrenia leve, así como el Síndrome de Medea. Según especialistas, esta enfermedad mental se basa en el deseo de venganza de uno de los padres de familia por la ruptura de la pareja o el abandono por parte de uno de sus integrantes. Para quienes padecen este mal, los hijos son sólo una extensión de la pareja, por lo que para terminar este vínculo uno de los progenitores opta por destruir esa relación, asesinando a sus hijos.

Si a usted le dolía, era cosa de cambiarnos el apellido, mamita. Ceder el Rojo y quedarnos con el Hernández.

Si él la engañaba, si él no quería acostarse con usted, podríamos haber conversado sin necesidad de que nos dijera la verdad. En todo caso, no seríamos ni los primeros ni los últimos del barrio en irnos a vivir con usted y nuestros abuelos.

Bastaba con que llorara. Nosotros hubiésemos terminado cediendo, porque su bienestar estaba en juego y ni mi hermano ni yo queríamos verla sufrir.

A fin de cuentas, con o sin él estábamos marcados, en esa casa chiquita -decorada con esfuerzo- para escondernos todos los días cuando usted llegaba; y mirar al Padre con esos ojos de animal cautivo que sabe que lo van a morir.

Pese a eso, la queríamos tanto.

Imagínese que seguíamos amándola cuando usted amenazaba con matarse y él le gritaba que no, y entre todos teníamos que quitarle los cuchillos, las pastillas o las sábanas con que simulaba ahorcarse.

Usted inscribió nuestro apellido en la primera plana de la crónica roja, como reiteración a una enferminza conveniencia. Su morbo, mamita, su morbo y el de todos los que nos leyeron pensando "pobrecitos" mientras imaginaban los lugares precisos de sus cortes.

Suena lindo, mamá. Quizás siendo Hernández no hubiese rimado tanto. Pero eso no se lo voy a decir porque a usted siempre la puso triste nuestro Rojo en masculino. A lo mejor por eso se ensañó. ¿Sabe lo que me da pena? Que siendo peluquera debería habernos cortado el pelo para irnos bien machitos a inaugurar las páginas de nuestra crónica roja. Así, bonitos. Como a usted le gustaba. ¿Se acuerda cuando nos decía que estaba orgullosa?

Qué culpa teníamos nosotros, mamá; qué culpa, si la queríamos tanto.

Usted deseaba colorearnos en femenino como si fuera a parirnos por segunda vez.

Parricidio. Como perros, mamita. Como perros. Hilachitas de carne colgando y el resto preguntándose cómo es posible que sucedan estas cosas, si para las madres los hijos son fundamentales.

Usted se llama Jeanette Hernández y ni siquiera se quedó para vernos morir.

Quién diría que sus golpes conmigo no serían certeros y yo quedaría vivo para mirarla; para hacerle saber que la vida es también una renuncia; y que hasta el día de hoy añoro meterme entre sus piernas para volver a nacer; para que me golpee de nuevo con el martillo de nuestro Padre, con su apellido y su profusa ausencia.

Volvería a nacer todos los días, mamita, para recordarle que usted se ensañó y que pierdo la memoria por su culpa.

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