domingo, 29 de marzo de 2009

Querido Padre:

Tu nombre, mi rabia, mi deseo, mi carencia dérmica; la desfiguración del apellido y el cabello. Al hablar de ti la página me queda grande, no sólo por tu nebulosa sino por la voz badía que extiende más y más el texto.

No tengo abecedarios que me remitan a tu sanción. Todas las vocales que aprendí se vuelven mudas al entrar en contacto con tu ignorancia.

La noche también era blanca. Cuando inseminaste mi anatomía se me cerraron los párpados.

Yo dudo. Silenciosamente pregunto si alguna vez indagamos la distancia en tu vía láctea. Todo tibior vino de mi madre y su latencia roja acariciándome la pupila. Yo te escuché decir mas tú callaste desde esa distancia glaciar que sin embargo nos quemaba. Por eso la ceguera.

(En esta página no hay letras cuando te escribo)

No hay comentarios: