Ella me decía, siempre señalando algún pliegue; una metamorfosis, una exacerbación en el tono de conversa.
Encadenaba una a una las palabras como si jamás fuese a dolernos; como si por alguna extraña razón nos resultáramos útiles aún después de naufragar.
La distancia entre una y otra fue volviéndose débil como un cabellito de ángel
aunque tiernamente nos tocáramos
dentro y fuera
de nuestras matrices exiliadas.
Encadenaba una a una las palabras como si jamás fuese a dolernos; como si por alguna extraña razón nos resultáramos útiles aún después de naufragar.
La distancia entre una y otra fue volviéndose débil como un cabellito de ángel
aunque tiernamente nos tocáramos
dentro y fuera
de nuestras matrices exiliadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario