martes, 17 de marzo de 2009

Mediodía del espasmo piloso


3.
Mi madre acostumbraba decir que el pelo debía ser quemado cuando dejaba de aferrarse al cuero cabelludo. De lo contrario permanecía vivo y crecía y conspiraba para enredarse entre los cuerpos.

-¿No ves lo oscuros que son? Parecen perros con el lomo invertido-

Por eso los hombres nos habían abandonado. Corrían tras cabelleras embrujadas que luego se les montaban en el pecho, en las axilas, sobre el pubis. Entonces, una caricia frenética de raíces y puntas que se partían, abriéndose a la violencia del orgasmo.

Me duele, mamá, me duele.

Yo no quería madejas ni agujas ni alas
pero tampoco la escuchaba a ella cuando venía de noche
a desenredarme la rabia.

Me duele, mamá.

Sin embargo, la maldita altiva remitía sus fuerzas a cantarme.

4.
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan;
se hunde volando en el Cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace ruido
y mis manos no la peinan.
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan.


5.
Pelos / plumas, mamá, me duele; no sé si por antojo o fauna. Ya estoy grande para abrir las piernas y el agujero me sangra cuando me tiras el pelo. ¿Qué encuentras allí, que vuelves? ¿Qué fue lo que mi vulva te dio para que insistas en mantenerla libre de secreciones y pilosos manoseos?

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*Fragmento de un texto contenido en "Arcada". Necesito darle circularidad, y de esa manera poder finalizarlo.

2 comentarios:

Mario dijo...

sensacional¡

felipe smides dijo...

Tal vez lo que te dan, son esos clavitos como peines de dolores y de gustos, extraños seres en el líquido fecundo que se adormecen y despiertan, a la vez que son clavados por cada momento. Conversación orgasmo de espinas,
deliciosamente áspero como la lengua de los gatos nuevos.