viernes, 13 de marzo de 2009

Tigre y León

Hicimos una casa
cerca de un bosque
pero no en uno
porque la queríamos
soleada. No hablamos
con nadie y cuando tuvimos hijos
los escondimos
les compramos libros y les
enseñamos a leer
y a escribir nosotros mismos.
La casa queda junto
a un precipicio.
A la madrugada nos acercamos
y tiramos cosas, como botellas,
tazas, juguetes o lo que haya
por ahí y escuchamos
cómo suenan al estrellarse contra
las rocas.
Cuando volvemos
es más lindo
estar en la casa
sin hablar, sin nadie
que se caiga por el precipicio.

(Marina Mariasch)

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