Porque antes de soñarte recreé todo un quehacer de cuerpos almidonados que disfrutan
cautivos en el traqueteo de su torpeza
tan amables tan ambiguos taciturnos jadeantes de la pronunciación
y el vértigo cuyo matiz nos brota.
Sumamos al vaivén una espiga anterior coronada por un ápice de la buena esperanza.
Allí te hiciste carne y antojo para mis vísceras.
Procuré masticar hasta el último eslabón que te mantenía encadenado a la tierra y sonreíste
después de conocer
mi biografía de mantis religiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario